19 junio 2012

De la confrontación a la reconciliación

Una visión de las relaciones ruso-estonias del escritor estonio Jaan Kaplinski


No conozco ni un solo estonio que se pasara al bando alemán durante la primera guerra mundial. Sin embargo conozco los apellidos de muchos oficiales estonios que lucharon contra los alemanes en las filas del ejército zarista.

Posteriormente la mayoría de ellos fueron oficiales del nuevo ejército estonio. Sin sus conocimientos, adquiridos en la academia militar imperial Nikolaevski y en otras escuelas militares, la victoria de Estonia en la guerra contra el ejército rojo y el Landeswehr alemán habría sido imposible.

Recuerdo una conversación, hace tiempo, con un anciano, participante en la guerra de liberación, Contaba que, cuando ellos, jóvenes estonios, tuvieron que luchar contra los rojos ya en la región de Pskov, lo hacían sin entusiasmo, mostrando abiertamente su desagrado: eso no era asunto suyo, llevar la guerra contra los rusos a Rusia. Entonces no había ninguna rusofobia entre los estonios. Había un gran odio hacia los terratenientes alemanes, sobre el que escribe en sus memorias la escritora estonio-finlandesa Hella Viollioka. Este odio explotó durante la revolución de 1905, cuando los campesinos estonios quemaron muchas granjas.

El recuerdo de aquellos hechos estaba muy fresco en 1919, cuando regimientos estonios chocaron con el Landeswehr formado por alemanes de Estonia y “soldados de fortuna” de Alemania. Algunos historiadores consideran que estos enfrentamientos empezaron espontáneamente, en contra de la voluntad de la oficialidad estonia: los soldados estonios no aguantaron sin abrir fuego, en venganza contra los “barones”. Y estos soldados, que cantaban “las granjas arden, los alemanes mueren, las tierras y los bosques quedan para nosotros” acabaron con los regimientos alemanes.

No existía un sentimiento antirruso (y mucho menos proalemán) ni en el frente familiar. Mi madre, que en los años de la guerra era profesora en el instituto de enseñanza media Pushkin en Tertu, les cantaba canciones rusas, les leía versos. Incluso a mí, cuando era un niño, por las tardes me cantaba canciones de cuna en ruso. ¡Cómo no enfadarse con el actual presidente estonio cuando dice que el ruso es el idioma de la ocupación!

Resumiendo en estos ejemplos, se entiende que las relaciones entre rusos y estonios hasta la revolución, e incluso hasta la anexión de Estonia a la Unión Soviética en 1940, había relaciones amistosas entre los estonios y los rusos, y los estonios eran fieles al imperio ruso. Los estonios tenían motivos de peso para ello: las reformas de Alejandro III disminuyeron notablemente el poder de los nobles alemanes en estonia, y la introducción del idioma ruso en la educación dió a la juventud estonia la posibilidad de hacer carrera, obtener buenos puestos de trabajo en Rusia, donde a diferencia de la zona del Báltico no había prejucios racistas contra ellos. Muchos miembros relevantes de la intelligentsia estonia se educaron en San Petersburgo, Moscú, Kiev, y vivieron y trabajaron allí.

Paralelos olvidados

Es evidente que desde aquellos tiempos las relaciones entre los rusos y los estonios han cambios, y no precisamente a mejor. Estos cambios influyen fuertemente en las relaciones entre los países. ¿Cómo y por qué ha sucedido esto?

Desde el punto de vista histórico el principal culpable es, sin duda, la política del camarada Stalin, que trajo como consecuencia, en un solo año, que los alemanes pasaran de odiados avasalladores e invasores a liberadores de la pesadilla bolchevique. Antes incluso de eso, el político conservador estonio Yaan Tynisson intentó saber de diplomáticos soviéticos si la URSS podrían proporcionar ayuda militar contra la Alemania nazi…

En 1940-1941 los estonios obtuvieron la confirmación de lo que ya les habían dicho los escritores rusos como Ivan Bunin, Ivan Shmelev o Lev Gumilyov, o lo que les había confirmado la sublevación de los marineros de Krondshtat contra los bolcheviques, de los campesinos de Tambov o de los trabajadores de Izhevsk: Rusia estaba dirigida por un grupo de fanáticos y terroristas. Casi todo lo que vino después deriva de eso.

En mi opinión, hay en nuestra historia muchas más cosas comunes que lo que saben o quieren saber muchos políticos y periodistas en Estonia y en Rusia. En ambos lados hay muchos mitos, tergiversaciones e intentos de crear una imagen de enemigo. Sobre los paralelismos de nuestra sufridad historia se escribe poco, y a veces, incluso, no se sabe nada.

Sí, muchos estonios lucharon en batallones alemanes de las SS. Pero la mayoría de ellos fueron reclutados para estas unidades, y precisamente a las SS porque en la Wehrmacht solo podían servir ciudadanos de Alemania. ¿Y cuántos fueron los rusos o ucranianos que lucharon en las tropas alemanas? Cerca de doscientas mil personas, y todos entraron voluntariamente en el ROA y otras formaciones similares. En la primera guerra mundial no hubo unidades rusas en el ejército alemán, como no las hubo estonias ni letonas. Aunque sí hubo una legión polaca y los fusileros finlandeses…

La conclusión es la siguiente: el régimen stalinista, a diferencia del zarista, contribuyó mucho a los que durante la época soviética se consideró traición. Esto da que pensar. Y piensan, tanto en Estonia como en Rusia también se oyen voces que dicen que los vlasovistas podrían ser considerados como luchadores por la libertad de Rusia…

Se ha escrito mucho sobre los “hermanos del bosque” estonios, sobre todo describiéndolos como bandidos, como un obstáculo para el restablecimiento de la paz tras la guerra. Ese “bandidismo” es considerado una justificación para la deportación o el destierro de decenas de miles de personas a Siberia. A la deportación la llaman “traslado”. Me gustaría preguntar si se considera bandidos y sublevados contra los bolcheviques a los campesinos de Tambov. ¿También las familias de los kulaks rusos fueron “trasladadas” a las orillas desiertas de cualquier río siberiano, donde tuvieron que vivir, y a menudo morir sin alimentos ni un techo sobre sus cabezas?

La reconciliación es imposible sin conocimiento

Pero, a pesar de estos excesos, la imagen de Estonia en los medios de comunicación rusos no está tan simplificada ni es tan tendenciosa como la imagen de Rusia en los medios estonios. Entre los lectores que no pueden leer los sites rusos o los periódicos (por desgracia el nivel de lengua rusa es cada vez menor) se estiende la impresión de que en Rusia (en “la Rusia de Putin”) está en el poder una camarilla neoestalinista, no hay libertad de palabra, se asesina sistemáticamente a los periodistas y se alaba a Stalin.

En nuestra prensa no se encontrará una noticia positiva sobre Rusia ni con una lámpara a plena luz del día. Nuestros lectores se sorprenderían de saber que en las escuelas rusas se estudia a Solzhenitsin, Bunin o “El sol de los muertos” de Ivan Shmelev, que narra despiadadamente los excesos del terror rojo en Crimea. La intervención del presidente Medvedev, que dijo que los crímenes de Stalin no tenían justificación pasó desapercibida en nuestra presa, aunque fue reconocido y premiado por la Fundación Unitas, de Mart Laars.

Los intentos de reevaluar las figuras del movimiento blanco como Kolchak, Denikin o Vrangel, tomados en interés de la reconciliación nacional, son desconocidos por nuestro público, o son interpretados como la resurrección del chauvinismo blanco. Cuando veo el documental de Nikita Mijalkov sobre Kolchak, no puedo dejar de pensar que, por lealtad familiar, incluso mi tío abuelo luchó contra los bolcheviques bajo el mando del almirante…

Queramos o no, nuestra historia está intimamente unida a la historia de Rusia, y sería inteligente aprender de ello, y posiblemente participar en el proceso del paso del enfrentamiento a la reconciliación, tanto entre los estonios y los rusos como entre nuestros dos países. La reconciliación es imposible sin conocimiento, y el conocimiento es incompatible con los estereotipos propagandísticos o mitológicos de los cuales deberíamos habernos desprendido hace tiempo.