05 marzo 2010

Bandera

Artículo de Andrei Marchukov, del Instituto de Historia de la Academia de Ciencias de Rusia.

El reciente decreto de Victor Yuschenko en que concede la condecoración de Héroe de Ucrania a Stepan Bandera, miembro del grupo terrorista “Organización de los Nacionalistas Ucranianos (OUN)” ha provocado indignación en Rusia, así como entre los ciudadanos de Ucrania que no comparten los puntos de vista nacionalistas. Pero en la campaña de rehabilitación y glorificación de la OUN hay un punto positivo: deberá finalmente movilizar a los opositores a esta rehabilitación. Tanto en Ucrania como en Rusia.
Es injusto acusar de la heroización de la OUN-UPA tan solo a Yuschenko y a otros “naranjas”. Esta política hunde sus raíces a comienzo de los años 90, cuando la unión de las fuerzas “con consciencia nacional” y la antigua nomenclatura soviética convirtieron al nacionalismo en la base ideológica de la nueva Ucrania. Precisamente entonces se entró en su bagaje ideológico la nueva escala de valores, que se confirmó posteriormente en el país.
En 1992, y no con Yuschenko sino con Leonid Kravchuk se celebró por primera vez en Ucrania el 50 aniversario de la fundación del “Ejército Sublevado Ucraniano” (UPA) y empezaron los intentos de conceder a sus miembros el estatus de veteranos de guerra. Y en 1997-2000, ya con el nuevo presidente, el “multivectorial” Leonid Kuchma, se formó una comisión estatal especial (con un grupo de trabajo permanente) con el objetivo de establecer una posición oficial en relación a la OUN-UPA. Como consecuencia de sus trabajos se retiró a la OUN la responsabilidad de la colaboración con la Alemania de Hitler y ser reconoció a la UPA como una “tercera fuerza” y como movimiento de liberación nacional, que luchaba por la independencia de Ucrania. De esa manera, Yuschenko solo ha dado continuidad a esa campaña.
Tras tal sucesión de hechos sería un pecado ante su electorado que Yuschenko no aprendiera de sus enemigos políticos.. No es un secreto lo fácil que olvidan sus promesas preelectorales todos los políticos (sobre todo en lo referente a las cuestiones humanitarias), con tendencia hacia Rusia y las regiones del sur y este de Ucrania.
En este sentido será significativo cómo se va a comportar el nuevo presidente de Ucrania (que seguramente va a ser Victor Yanukovich), ni siquiera respecto a la cuestión lingüística o el contenido de los manuales de historia de las escuelas o universidades (podemos presuponer que no va a haber cambios). ¿Retirará la distinción de Héroe de Ucrania a Bandera y al líder de la UPA Roman Shujevich, al cuál Yuschenko también otorgó esta distinción? ¿O, escondiéndose tras frases como que es el “presidente de todos los ucranianos” e intentará la “unión del pueblo de Ucrania” (en cuya base se sitúa siempre la ideología nacionalista), dejará de lado la cuestión? Quisiera equivocarme, pero existen indicios para sospechar que los acontecimientos van a desarrollarse por la segunda vía.
Así como hay que defender las propias convicciones y obligar a hacerlo a los elegidos por el pueblo, tanto los electores que votaron por Yanukovich o por el partido de las regiones deben aprender de sus contrincantes. Deben comprender un hecho sencillo. Si tus oponentes no respetan u ofenden con ostentación todo lo que tiene valor para ti (el recuerdo de la II guerra mundial) deben contener el golpe y mantener tu sistema de valores. Y si en Odessa algunos jovencitos anónimos (pero que seguro que son bien conocidos por los servicios secretos) profanan el monumento a Catalina II (Bajo cuyo reinado se tomó esa tierra al imperio otomano), gracias a lo que los eslavos, incluido los ucranianos, han podido asentarse allí. Esta gente debe recibir una respuesta adecuada. Sí, esto no es agradable, pero hay que hacerlo.
También tienen que aprender de Yuschenko los políticos rusos. Recordemos cómo terminó en el último momento la epopeya de seis meses con el retraso provocado en la presentación en Kiev de las cartas credenciales del nuevo embajador ruso Zubarov y la falta del nombre de Yuschenko (que seguí siendo presidente) en las mismas. Finalmente, bajo presión de la parte ucraniana, apareció su nombre.
Y ahora lo principal. ¿Cómo hay que tomarse la heroización de los partidarios de Bandera?
Por supuesto que mal. Y no solo porque la OUN propagara el racismo y el terror, colaborara con la Alemania nazi, que mantuvo con los pueblos de la URSS una guerra de exterminio. Es más simple. La propia OUN-UPA (todas sus fracciones y tendencias) y las organizaciones actuales cercanas ideológicamente a ella, son nuestros enemigos. Nuestros, quiere decir, enemigos de Rusia (en cualquiera de las formas de su existencia) y del pueblo de Ucrania, de los millones de ucranianos que no comparten los principios identitarios del nacionalismo ucraniano. Son nuestros enemigos porque ya antes nos han considerado y nos siguen considerando sus enemigos.
Estrictamente hablando, el problema de la OUN-UPA no es mas que una de las manifestaciones del nacionalismo ucraniano, apenas un episodio en su historia, aunque notable. Y dado que el culto a la OUN-UPA no puede morir, es que refleja determinadas particularidades importantes del nacionalismo ucraniano.
Como consecuencia el nacionalismo ucraniano se desprende de su máscara y el mundo puede ver su verdadero rostro. El caso es que casi desde el momento de su nacimiento en la segunda mitad del siglo XIX el nacionalismo ucraniano ha intentado presentarse como un movimiento humanitario y popular de liberación, como defensor del pueblo oprimido y esclavizado por la Rusia (luego la URSS) totalitaria, bárbara y asiática, pueblo al que esta Rusia es completamente ajena y diferente. Y a veces lo ha conseguido. Los nacionalistas ucranianos consiguieron el apoyo de la sociedad liberal e izquierdista de Rusia y de los estados extranjeros, sobre todos de aquellos que se oponían a Rusia.
El nacionalismo ucraniano tiene sus héroes, hitos sagrados y mitológénicos, y se rellena continuamente con mitos nuevos. A mediados del siglo XX se enriqueció con la experiencia de la OUN-UPA. Precisamente por eso su heroizicación se ha convertido en una parte inalienable del nacionalismo ucraniano en general. Pero si antes estos adeptos podían gemir por la “rusificación”, la “opresión milenaria sobre la lengua ucraniana”, el “colonialismo ruso”, manifestándose como víctimas inocentes, tras la inclusión de la OUN-UPA en el “acervo del movimiento de liberación ucraniano”, se ha hecho más difícil confundir a la gente. Resulta que aquel que prohíbe el idioma ruso, se burla de la cultura rusa, preconiza la ucranización de todo, que endiosa a la NATO y culpabiliza a Rusia de todo, y considera a sus ciudadanos “incompletos nacionalmente” es al mismo tiempo un partidario de Bandera. Y por ello el señor Yuschenko y su gente están totalmente de acuerdo con la ideología y la práctica de los seguidores de Bandera: el terrorismo, el nazismo, el antisemitismo y los pogroms.
De esa manera Bandera desenmascara el nacionalismo ucraniano, deja claro lo que sus adeptos quieren ocultar. Y eso es un primer momento positivo.
El segundo momento positivo, gracias a Bandera aparece con evidencia el carácter de la actual estatalidad ucraniana, fermentada por la ideología nacionalista. Junto con esta idea, de que sin un cambio radical ideológico no habrá cambios serios ni en las relaciones ruso-ucranianas ni en la situación política interna de Ucrania, incluso con un cambio de gobierno.
Hay un tercer momento, que hemos mencionado de paso más arriba. La agresiva divulgación del culto a la OUN-UPA ha sacudido a la gente. Es sabido que en el campo político el “Este” es más pasivo que el “Oeste”. Incluso en las condiciones de la Ucrania independiente la población “oriental” ha conservado la mentalidad soviética y, a diferencia de la población de las regiones occidentales, ha pensado más en su situación material que en su honor. Ha soportado con resignación la política de ucranización-asimilación y apenas ha recordado sus preferencias en las elecciones.
Pero frente a la clara falta de respeto hacia sí mismo y hacia la memoria histórica, que tuvieron quienes gobernaban el país, esta gente está obligada a pensar en quiénes son y formar su identidad. Y dar una respuesta.
Por supuesto, esta búsqueda solo empieza si no está elaborada hasta el final una ideología clara y ofensiva. La actividad política y nacional del “Este”, sobre todo de la juventud, es más baja que la del “Oeste” y tiene un carácter defensivo. Pero es significativo que se mueve del punto muerto. Y ahora lo importante es que el comportamiento de los “líderes” no entierre la conciencia despertada de la gente.
El culto a Bandera ha posibilitado este despertar. Y esto, sin duda alguna, es gracias a Yuschenko. Poniendo sus objetivos en la “consolidación de la nación” y la “formación de un nuevo ucraniano” (por supuesto sobre la base de la visión del nacionalismo ucraniano), él, sin desearlo, ha generado una marcha atrás, profundizando en la división de la sociedad ucraniana. Si no la condecoración de Héroe de Ucrania, la rusa de “Servicios a la Patria”. Y estaría bien si la dirección rusa actuara de una manera fresca y no estándar y le condecorara. Al final, una vez que haya cerrado la puerta.

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