14 mayo 2012

La mafia rusa

Reproduzco un artículo de Alexandr Peunov publicado en España Rusa.


Quién y por qué atemoriza a los españoles con “la mafia rusa”?

En los medios de comunicación española aparecen con abrumadora periodicidad extensos reportajes sobre los desmanes de la “mafia rusa”. Una vez al mes (e incluso con más frecuencia) explican a los españoles que en esta o aquella región del país se ha desarticulado un nuevo “nido” de delincuencia organizada internacional. Y aunque en los artículos sobre este tema se suele mencionar que los miembros de la banda delictiva son “de países de la Europa del Este”, los titulares y encabezamientos de estos materiales casi siempre gritan señalando a la “mafia rusa”.
El resultado de esta campaña sistemática es obvio. Basta con leer los comentarios en las webs de los periódicos electrónicos en Internet. Inquietud, indignación, llamadas a endurecer la política de inmigración con “estos delincuentes rusos”, etc. Y en las regiones donde últimamente se han llevado a cabo las operaciones más sonadas, ha aumentado de forma brusca el grado de desconfianza de la población local hacia todos los rusos en general. Esto se manifiesta en las relaciones con los bancos, en el control extremadamente desconfiado sobre cualquier negocio dirigido por “estos rusos”, o en las detenciones infundadas de la policía bajo una única “acusación”: el poseedor de un pasaporte ruso es sospechoso a priori.
Sin embargo, Rusia y sus ciudadanos nunca han ofendido a España de ningún modo. Si acaso, cuando el antiguo Imperio Ruso declaró la guerra a la monarquía española. Pero esto sucedió hace mucho tiempo y fue algo parecido a un chiste. Sí, fue así: el 15 de junio de 1799, Rusia declaró la guerra a España en respuesta a su alianza con Francia, pero a causa de la gran distancia entre ambos países no se llegó al combate directo.
Casi siglo y medio después, los españoles no le dieron a esto una respuesta muy simétrica. En julio de 1941, los ciudadanos de Madrid enviaron a voluntarios españoles a “luchar contra el comunismo ruso”. Los voluntarios formaron una división completa. He aquí este caso: Rusia declara la guerra a España, pero no hace ningún esfuerzo por luchar contra los españoles, mientras que España, sin declarar la guerra a la URSS, envía al frente ruso su “División Azul”.
Durante casi 40 años de dictadura, a los españoles les lavaron el cerebro a fondo en relación con “esos ateos rojos”, y el nombre de Rusia se convirtió en sinónimo de la Unión Soviética. ¿Hace falta sorprenderse de que incluso en nuestros tiempos este cliché se continúe utilizando activamente? Entre los periodistas españoles no hay ni capacidades ni deseos de cambiar estos estereotipos de pensamiento. Es demasiado difícil explicar ahora a los ciudadanos que, desde hace casi 20 años, los adjetivos “ruso” y “rusa” deben usarse solo en relación con aquello que está directamente relacionado con Rusia, y no al buen tuntún con cualquier “país de la Europa del Este”.
Pero volvamos a la mafia. Los medios de comunicación españoles han hecho denodados esfuerzos para crear en la consciencia masiva de los españoles la convicción, fuertemente asentada, de que los tentáculos de la delincuencia organizada “rusa” se han extendido literalmente por todo el país.
En los años 90 del siglo XX, en España, por supuesto, comprendían muy bien que los enormes capitales privados amasados por algunos antiguos ciudadanos de la URSS tenían un carácter bastante sospechoso. Sin embargo, nadie pensaba en obstaculizar la entrada y la inversión de estos capitales en la economía española. Más aún, esto se estimulaba. En Marbella, por ejemplo, la residencia española era obtenida automáticamente por todos los que comprasen un inmueble en este lugar de turismo de lujo. En aquella época, los medios aseguraban a los españoles que no había por qué recelar de los rusos. Según decían, los rusos habían escogido España como lugar para descansar tranquilamente, y se comportaban de forma respetuosa y sin armar líos, al haber concertado entre ellos una especie de pacto de no agresión, es decir: realizar sus ajustes de cuentas donde fuera, menos en España.
La relación hacia los rusos comenzó a cambiar inesperadamente con la llegada del nuevo siglo. Como si alguien hubiera dado la orden para ello, los medios españoles empezaron a cantar a coro sobre la terrible “mafia rusa”. He aquí una corta cronología de casos especialmente sonados, atribuidos a los mafiosos rusos.
En agosto de 2002, en el marco de la Operación Brillante, según los medios de comunicación españoles, que citaban una rueda de prensa de la policía, se detuvieron cinco rusos acusados de la introducción ilegal de inmigrantes en España y de obligar a mujeres a prostituirse. Se armó un gran revuelo y empezaron a hablar de la “mafia rusa”. Más tarde se conoció el dato (sobre el que la mayoría de medios no se molestaron en informar) de que entre los cinco detenidos solo uno era ciudadano ruso.
En septiembre de ese mismo año, en un casino de Valencia, fue arrestada Vera Shimánskaya, campeona de Europa, del mundo, y olímpica en gimnasia rítmica. Acusaron a la deportista y su acompañante de hacer trampas en el casino y de estafa, y de los comentarios se deducía que la “mafia rusa” recorría las instalaciones de juego españolas desde hacía tiempo. Después, la investigación de este caso quedó archivada por falta de pruebas. Pero la gran masa de lectores, televidentes y oyentes de radio españoles, por supuesto, no se enteró de ello. Por el contrario, se instaló en su percepción la idea de que incluso los grandes deportistas rusos son mafiosos.
“Los tentáculos de la mafia rusa llegan hasta España”; un artículo con este titular apareció en el periódico “El País” en abril de 2004. En el artículo describieron detalladamente la esfera de influencia de diversos grupos delictivos: “Desde Cataluña hasta Castellón es el territorio de las mafias georgiana y daguestaní. Toledo está controlado por los armenios. Los rumanos y lituanos vigilan la recogida de cítricos en Valencia. Los robos de coches y la falsificación de documentos en Almería son llevados a cabo por los lituanos y armenios. Y el territorio ucraniano es Murcia, Alicante, Huelva, Cuenca, Badajoz y el sur de Valencia”. Una guía de viajes muy detallada, pero ¿por qué los “tentáculos” lituano-armenio-georgiano-rumanos se llaman “rusos”?
Junio de 2004. Gracias a los esfuerzos de los medios, por esta época los españoles ya saben que la “mafia rusa” se dedica en España al tráfico de drogas, comercio de esclavos, control de la prostitución, envía timadores a los casinos, etc. En un cuadro tan abigarrado faltaba la última pincelada: el tráfico de armas. Y he aquí que el cuadro empezó a agradar a los ojos por su completitud: en Madrid fue detenida una tal Marina M., acusada de pertenecer a una organización delictiva especializada en el tráfico de armas. Disipar las dudas sobre la ciudadanía rusa de la detenida resultó imposible: los periódicos, remitiéndose a una rueda de prensa de la policía, mencionaron unánimemente tan solo que la detenida era una “mujer rusa”, que igualmente podría ser ciudadana rusa como ucraniana o moldava.
En marzo de 2005 se lleva a cabo la operación “Ballena Blanca”. Su lema: la erradicación implacable de las mafias internacionales que habían convertido la Costa del Sol en un “lavadero” de dinero negro procedente de actividades delictivas. La envergadura de la operación fue impresionante. Se confiscaron 251 bienes inmuebles, obras de arte, yates, aviones, automóviles de lujo, etc., todo ello valorado en la astronómica suma de 250 millones de euros. Y aunque la lucha se realizaba contra la delincuencia internacional –que, obviamente, no tiene nacionalidad–, de forma velada se daba a entender que en primer lugar se sospechaba precisamente de la “mafia rusa”. Lo que avala, por ejemplo, la repentina afirmación gratuita de que tras todo ello se estaba investigando un camino directo hacia el dinero negro de la corporación rusa Yukos.
En las publicaciones y reportajes televisivos sobre la operación “Ballena Blanca” se informó de la detención de “numerosos rusos, establecidos desde hace tiempo en la Costa del Sol y que habían organizado allí un lavado a gran escala de sus capitales delictivos”. En octubre de 2008 comienza el juicio de este caso. Y entonces se sabe que entre los acusados hay solo un ruso y una ucraniana. Y en total, los que se sentaron en el banquillo de los acusados fueron 21 personas. El principal acusado fue el abogado chileno Fernando del Valle. Junto a él se sentaron seis españoles, además de finlandeses, ingleses, suecos, turcos, argelinos, iraníes, franceses… ¡Así es como es, esta “mafia rusa”!
Poco después, los españoles descubrieron que la situación era incluso peor de lo que se podía imaginar. Los medios les informaron de la jerarquía de la mafia rusa, familiarizándonos con el término “vor v zakone”. Resultó que cabecillas de la mafia rusa los había a montones, y que prácticamente todos ellos habitaban en España. En junio de 2005 se realizó la operación “Avispa”. Sus resultados: 27 miembros de la “mafia rusa” detenidos, todos ellos con el rango de “vor v zakone”. Cierto, casi todos ellos resultaron ser georgianos. Pero ¿y qué? ¡Incluso si hubieran sido aborígenes australianos, serían “de la mafia rusa”!
Detengamos aquí la digresión histórica y volvamos al día de hoy. Dicen que la Historia se repite dos veces: la primera vez, como tragedia, la segunda, como farsa. Esto no es del todo exacto. Como farsa, la misma historia puede repetirse múltiples veces. Y cada vez la farsa será más y más descarada y ofensiva.
He aquí los cuentos más recientes sobre los “terribles rusos” que viven junto a los pobres españoles.
En marzo de este año, una joven rusa, hija de un deportista reconocido que en un tiempo se había entrenado en el equipo español, fue detenida en Granada y trasladada a Madrid para su interrogatorio. Aún no habían llevado a la chica a la capital, y ya toda España sabía lo que había hecho. No, no se trata de una errata: la presunción de inocencia es un concepto absolutamente desconocido por los medios españoles. La rotundidad de las publicaciones convencen al lector de que la persona mencionada en el artículo COMETIÓ un delito y no se trata solo de un SOSPECHOSO, cuya culpa demostrará (o no) una investigación y determinará un juicio. A la chica rusa, tras difundir su nombre y apellido, la acusaron… de propaganda a favor de la Jihad (guerra santa islámica) y la preparación de actos terroristas con el objetivo de devolver Andalucía al mundo árabe. ¿Absurdo? Por supuesto, absurdo. Ello se hizo evidente durante el interrogatorio, tras el cual dejaron en libertad a la chica sin imputarle ningún cargo. Pero el trabajo ya se había hecho. Toda España se enteró hasta dónde habían llegado “estos rusos”: terrorismo, propaganda de una ideología religiosa ajena, pretensiones sobre el territorio español… Y solo unos pocos leyeron la diminuta nota que rehabilitaba totalmente a la chica rusa y luego explicaba lo que realmente había ocurrido. Resulta que el prometido español de la chica no es una persona muy adecuada, sobre lo cual existe el correspondiente informe. Fue él quien realizó la propaganda a causa de la cual llevaron a interrogar a su prometida rusa. Es interesante que el mencionado informe eximiera al chico de cualquier responsabilidad en este ruidoso asunto y que no le obstaculizase en absoluto servir en las fuerzas armadas españolas.
A finales de junio, la “mafia rusa” de nuevo recordó a todos su existencia. Más exactamente, los medios nos recordaron su existencia, tanto que a muchos se les empezó a helar la sangre en las venas. Parece ser que en el armamento de la terrible organización existe un arma secreta: ¡un virus del KGB! ¿Cómo se hizo público el secreto?
Un tal Román robó en la casa de uno de los sospechosos, llevándose, entre otras cosas, varios relojes caros. Algún tiempo después, Román entró de nuevo en la casa en la que había robado: quería encontrar los documentos de los relojes para venderlos a un precio más alto. Y fue cazado en el lugar del delito. El dueño de la casa y dos amigos suyos decidieron no involucrar a la policía y ocuparse ellos mismos del ladronzuelo. Según se explica, a Román le pegaron, aunque sin consecuencias graves, y grabaron en video su sincera confesión sobre el robo. Tras jurar que lo devolvería todo, Román corrió a la policía nacional, donde declaró sobre el “atropello” cometido contra él por la “mafia rusa”. El cálculo fue correcto: esa combinación de palabras provoca en los miembros de las fuerzas de la ley españolas una reacción mágica; y es que ¿quién no quiere destacar en la tarea de limpiar de esa inmundicia el país de Don Quijote? Para otorgar más importancia a sus palabras, la “víctima” declaró que le habían inoculado un virus del KGB que causa la muerte en 24 horas si no se contrarresta con un antídoto. Sin comprobación de ningún tipo, la fantasía de Román se convirtió en realidad, primero en los informes de la policía, y luego los periódicos gustosa y detalladamente describieron la acción de este virus de pesadilla. La fantasía de los periodistas profesionales resultó ser mayor que la de un ladronzuelo común que había conseguido salvar su pellejo.
Aquí hay que detenerse un momento en otro detalle sorprendente. Sea lo que sea que inventen en España sobre la “mafia rusa”, en Rusia no solo lo respaldan con gusto, sino que además lo adornan con nuevos detalles. En el asunto sobre el “virus del KGB”, los medios de comunicación rusos de inmediato vieron un modo de causar sensación. Los titulares no dejaban lugar a dudas: “¡Bandidos se apropian de dinero con un virus del KGB!”, “¡Torturan a empresarios rusos en España con un virus del KGB!”. No hay modo condicional, no hay presunción de inocencia, no existe el sentido común más elemental: ¿de dónde ha salido este “novísimo y ultrasecreto virus del KGB”, como afirmaron algunos medios, si del propio KGB hace mucho que no hay ni rastro? ¿Y por qué torturan a “empresarios rusos”, si es obvio que hay un único afectado, y ello según su propia afirmación gratuita? Además, Román no solo no es empresario, sino que tampoco es ruso. ¿Y qué hay del antídoto, se lo dieron de todas formas o no? Sobre esto nadie ha dicho ni una palabra.
¿Por qué motivo toda este disparate recibió una resonancia mediática tan grande? Es muy sencillo: un proceso criminal de este tipo puede reportar no pocos beneficios a quien lo instruya. Pues, ¿a quién le interesa investigar un simple conflicto entre extranjeros? Uno robó, los otros le pegaron por eso: algo de lo más corriente, que casi con total seguridad acabará en sentencias de libertad condicional y sanciones económicas. Pero si se mete en el asunto a la “mafia rusa”, entonces se puede pregonar que ha sido rechazada una amenaza real para la seguridad nacional.
Y, finalmente, el último episodio de la tragicomedia sobre lo eficazmente que luchan en España contra la “mafia rusa”. Pero antes de relatarlo, hay que hacer una pequeña digresión.
Como ya se ha señalado, las informaciones sobre los éxitos en la lucha contra la “mafia rusa” en España se siguen unas a otras con una sospechosa periodicidad y con una simultaneidad igual de sospechosa: es revelador el hecho de que, en el mismo día, numerosos medios españoles repitan los mismos párrafos de texto. Como si alguien, al recibir una señal “desde arriba”, diera la orden a los periodistas y les proporcionara “materiales metodológicos”. Nada de investigaciones periodísticas: aquí tenéis algo que ha “pescado” la policía, si queréis os podéis inventar el resto. Lo principal es que desde el primer momento –preferiblemente, desde el titular–, mencionéis a la “mafia rusa”, señalando que sus tentáculos abarcan ya todo el país, y que sus contactos llevan hasta lo más alto de las autoridades rusas. De este modo, España ha descubierto en los últimos tiempos los asuntos más increíbles.
Por lo que parece, la desalmada “mafia rusa” compra los resultados que necesita en los partidos de los torneos de fútbol europeos.
Para sacar de la cárcel a uno de los “vor v zakone”, la organización envía a España a un abogado que en realidad es un emisario de la mafia. En este sentido, ello se hace absolutamente evidente no tras una minuciosa investigación y la emisión de un veredicto, sino tan solo en cuanto el abogado aparece en la cárcel para entrevistarse con su defendido.
Se supone que un diputado de la Duma, el Parlamento de Rusia, está relacionado con los imputados en el sonado “Caso Troika”. Cuando éstos fueron encarcelados en junio del pasado año, se afirmó que sobre las conciencias de los acusados había: encargo de asesinatos, narcotráfico, tráfico de armas y personas… Pero en la conclusión acusatoria no hay ni palabra sobre estos delitos. Los motivos para mantenerlos bajo custodia durante la investigación fueron solo unas supuestas infracciones fiscales. Para hallar la confirmación de las relaciones del diputado con la mafia –en ausencia de éste, pero con la participación de fotógrafos y cámaras de televisión–, se efectúo un registro en su casa de Mallorca. No se pudo obtener ninguna prueba. Sin embargo, al abandonar la casa, la policía –por si acaso– se lleva los ordenadores y… costosas obras de arte.
Pero ¿cuánto se pueden explotar los viejos casos: “Ballena Blanca”, “Avispa”, “Troika”? Hay que inventar nuevos. No obstante, mejor no hacerlo de forma apresurada, para que no salga algo tan ridículo y absurdo como lo del virus del KGB. Y entonces, a la cabeza de alguien acude una idea muy prometedora: vincular al concepto “tropelías de la mafia rusa en España” casos antiguos que, por falta de vista, no fueron relacionados en su momento con esta importantísima categoría. Qué resultó de esto, júzguenlo ustedes mismos. Al relatar la última operación exitosa contra la “mafia rusa” resulta muy difícil resistirse a caer en el sarcasmo y la ironía. Por eso, no nos vamos a resistir a ello.
El 14 de julio, muchos periódicos españoles, incluyendo, por supuesto, “ABC” y “El País” (estos dos diarios son la vanguardia de la cruzada contra la “mafia rusa”), informaron sincronizadamente sobre lo siguiente.
Ya desde la primera frase, la desolación embarga al lector: “La mafia rusa ha comenzado a cubrir Guipúzcoa con sus tentáculos”. Sin quererlo, acude a la mente la imagen de un español preocupado que, tras leer esto, se horroriza: “¡Vaya, incluso hasta el País Vasco han llegado ya estos canallas rusos!”. Después se enumeran los malos asuntos a los que se dedican en esa región los pérfidos mafiosos: secuestro de personas para cobrar el rescate, chantaje, delitos contra la propiedad privada, distribución de narcóticos, tenencia ilícita de armas, control de la prostitución, compra de niños para comerciar con sus órganos… Subrayamos: esto es a lo que SE DEDICAN los protagonistas del caso, y no aquello sobre lo que tan solo SE SOSPECHA que hacen. ¿Y quiénes son, estos violadores de la ley? Por supuesto, “personas de países de la Europa del Este”. ¿De cuáles exactamente? Pues ¿acaso no está claro, si ya se ha escrito “mafia rusa”?
La Guardia Civil, tras descubrir las actividades delictivas y los planes de la organización, arrestó a 25 personas. La “gracia” de la operación estuvo en que el público español se enteró de ella transcurrido un tiempo considerable tras el arresto de los principales acusados. Los medios de comunicación explicaron esto aduciendo que “la investigación se llevó a cabo en secreto para no ahuyentar a los delincuentes que aún no habían sido descubiertos”. En enero de 2008 fue arrestado y encarcelado el cabecilla. Un par de meses después, su sucesor. Pero se continuó guardando el secreto, para que los mafiosos ordinarios creyeran que no les amenazaba nadie.
Además, la operación para liquidar la organización delictiva en Guipúzcoa comenzó a mediados de 2007. Ya entonces se pudo establecer que “la organización está perfectamente estructurada, actúa bajo las leyes de la mafia rusa y está compuesta, principalmente, por personas de los países de la antigua Unión Soviética”.
En la conclusión acusatoria difundida por los medios de comunicación españoles, se afirma que la organización estaba encabezada por el “vor v zakone” Alberto M.C. Este español fue evacuado de niño a la URSS durante la Guerra Civil, y volvió a su país 10 años más tarde. Nota: los “niños de la guerra”, trasladados a la URSS en 1937-1938, tenían entre 7 y 15 años. Resulta, entonces, que este “vor v zakone” ya ha celebrado su 80º cumpleaños o está a punto de celebrarlo.
¿De qué se le acusa en su vejez a don Alberto, quien lleva ya un año y medio, junto con su mujer, encerrado en la cárcel? Resulta que durante los diez años que vivió en la provincia de Guipúzcoa, no trabajó en ningún sitio. ¿Acaso no resulta muy sospechoso cuando una persona de 80 años no trabaja en ningún sitio? Incluso si se trata de uno de los propietarios de varias “empresas que la organización controlaba en el territorio de la provincia”.
Los medios señalan que el nivel de vida de esta persona era muy alto. Como confirmación se informa de que “usaba automóviles caros, uno de los cuales se valora en 95.000 euros”. Destacamos: no “poseía”, sino “usaba”. Pero aunque efectivamente los poseyera, ¿qué hay de extraño en esto? Bien pudiera ser que tras varias décadas viviendo en la URSS, y luego en Rusia, se hiciera con un piso en un prestigioso barrio de Moscú y una “dacha” en las cercanías de la ciudad. Con vender esto antes de regresar a España, uno tiene suficiente para vivir bien, incluso sin tener que trabajar durante la vejez.
En el piso de don Alberto en San Sebastián se efectuó un registro. Encontraron recibos de envíos de dinero a países de Europa del Este. Encontraron “diverso material informático”. Encontraron “mil euros escondidos en un mueble”. Y bien, digan ustedes, ¿qué pasa con todo esto? Realmente, es difícil imaginar que por algo así uno pueda acabar en la cárcel. Aunque en otras operaciones contra la “mafia rusa”, alguno que otro acabó ahí. Pero a don Alberto no lo encarcelaron por eso. En su piso también encontraron “medio kilo de cocaína en paquetitos y otro kilo más de esta droga sin empaquetar”. Esto ya es algo serio y castigable. Pero, ¿es posible afirmar al respecto que el detenido no era un traficante de drogas, sino el cabecilla de una organización delictiva, y además, un “vor v zakone”? Nadie afirmó esto durante un año y medio. Hasta el momento en que fue necesario hacerles recordar de nuevo la “mafia rusa” a los españoles.
¿Saben por qué encarcelaron en su época al mafioso de Chicago Al Capone? El contable principal de su organización entregó a la investigación toda la contabilidad. Y Al Capone recibió su sentencia de cárcel no por asesinato, extorsión, tráfico de alcohol (prohibido en aquel entonces) y otros delitos graves, sino por eludir el pago de impuestos desde su negocio, completamente legal. En su vivienda y oficina se realizaron registros en más de una ocasión, pero nunca se encontraron allí cadáveres, narcóticos, armas no registradas o productos de contrabando. Porque un capo de la mafia y un “vor v zakone” no puede llegar a serlo un hombre tan estúpido como para guardar en su propia casa pruebas que puedan enviarlo a prisión por largo tiempo.
Pero el lugar de honor nunca está vacío. Al “vor v zakone” –y, simultáneamente, camello– español lo encerraron en la cárcel. La operación era secreta, por eso los miembros de la banda, por supuesto, no notaron nada, aunque eligieron a un nuevo cabecilla. Pero el 2 de marzo del mismo 2008 también lo encarcelaron a él. E informaron a los periodistas sobre la liquidación de un “nido” de la mafia rusa en Guipúzcoa 16 meses después. ¿Por qué? Pues para no ahuyentar a los que aún estaban en libertad. Por cierto, el nuevo cabecilla fue a parar a la cárcel por una acusación muy seria: “planeaba el secuestro de un empresario georgiano en Bilbao”.
Normalmente, se considera que arrestar a un delincuente es poco; además, hace falta demostrar su culpabilidad. Y por eso es muy deseable atraparlo en el mismo momento de comisión del delito, o bien tener pruebas irrefutables de su culpabilidad: objetos inculpadores y testigos de una violación de la ley ya cometida. A veces, por supuesto, también envían a alguien a prisión a causa de intenciones delictivas, pero esto ocurre muy raramente, ya que es difícil demostrar que estas intenciones existían realmente. Alguien quizás recuerde que no hace mucho tiempo en España se retuvo en prisión a un grupo de personas procedentes de países árabes. Se dijo que pretendían hacer volar por los aires el edificio del Tribunal Supremo. ¿Y qué sucedió? No pudieron demostrarlo. Los árabes pasaron dos o tres años en prisión provisional, y luego salieron en libertad con una reputación tan intachable como antes.
¿Por qué motivos detuvieron a los restantes miembros de la “mafia rusa” en Guipúzcoa? En lo que se refiere al “vor v zakone” español y su mujer, todo está claro: a causa de las drogas. Entonces también pusieron bajo custodia a “un hombre y su madre”. ¿Por qué? Éstos “poseían un establecimiento en el que los miembros de la banda realizaban sus reuniones y guardaban objetos robados”.
Tres detenidos más en la frontera con Francia. Como se indicaba con toda seriedad en la conclusión acusadora, “se dirigían al país vecino con el fin de comprar un niño por 5.500 euros y luego vender sus órganos”. Después se informa de que en su coche se encontraron “objetos supuestamente robados”. Incluso un investigador principiante, tras recibir la información de que se está fraguando un crimen tan vil, sabe cómo hay que actuar. Soñando con la lluvia de honores (condecoraciones, recompensas económicas, un ascenso) que le quedará garantizada si logra deshilar por completo esa madeja, incluirá obligatoriamente en el caso a Interpol. Porque detener a unos malhechores es poco; hace falta también averiguar a quién pretendían comprar el niño, y si tras los vendedores existe una red completa especializada en el secuestro de niños. También hace falta aclarar de qué forma pretendían extraerle los órganos a la víctima; quién y dónde realiza tales operaciones, quién realiza los encargos, etc. Sin embargo, detienen a los tres individuos sin molestarse en hacer posteriores investigaciones. ¿Por qué? Pues muy sencillo. Detuvieron en la frontera un coche al azar. El conductor y sus acompañantes resultaron ser esas mismas “personas procedentes de los países de la antigua URSS” que, como es sabido, en su práctica totalidad forman parte de la “mafia rusa”. Y además en sus bolsillos aparecieron 5.500 euros en metálico, ¿cómo no iban a detenerlos? Pero ¿con qué motivo? Pues aunque sea por el costoso equipo musical del automóvil, que seguramente proviene de algún asunto de robo… Por supuesto, si no hubiera surgido la necesidad imperiosa de infligir de nuevo un gran golpe a la “mafia rusa”, nadie habría oído nunca nada sobre ese hipotético niño. Pero la fantasía enferma de alguien llegó justo a tiempo: sepan todos que de la “mafia rusa” se puede esperar cualquier vileza.
Y he aquí el siguiente episodio de este caso. En Barcelona, en un barco que se dirigía a Italia, detuvieron a otros cuatro delincuentes. ¿Con qué acusaciones? Quién lo sabe ahora. Pero, según la conclusión acusadora, “se dirigían a Italia para realizar una serie de robos que permitieran mejorar la situación económica de la organización”. Todos los detenidos están registrados en Cataluña, en Lloret de Mar. ¿Cómo relacionarlos con la “mafia rusa” de Guipúzcoa? Para ello es suficiente mencionar que la orden de ir a Italia a robar la recibieron del cabecilla. Reflexionemos: una organización delictiva se dedica al narcotráfico, la extorsión y el secuestro por todo el País Vasco, controla la prostitución, comercia con órganos humanos, etc.; todo esto representa ingresos millonarios. Pero para ellos todo es poco. Y entonces se prepara una expedición al extranjero con el objetivo de colarse por una ventana de la mansión de un italiano acomodado. ¿Cómo se descubrió todo esto? Ya lo hemos dicho: a causa de la orden del cabecilla. Porque la orden, evidentemente, llegó de forma escrita, y los delincuentes la llevaban en el bolsillo. Y es que es imposible imaginar que unos curtidos mafiosos reconocieran ellos mismos cuál era el auténtico fin de su viaje a Italia.
No hay por qué dudar de que los restantes imputados, sobre los cuales no dijeron nada los periódicos españoles, fueron detenidos bajo acusaciones aún menos significativas que las de “poseer un establecimiento donde se realizaban reuniones de delincuentes”.
Hagamos balance. Tenemos diversos casos sin ninguna perspectiva de ser solucionados. Al narcotraficante, por supuesto, se le puede sentenciar a una larga condena, pero no la cumplirá: en España no se encarcela a los ancianos de 80 años, tal vez solo durante el periodo de investigación y tras colocarle la estampa de “vor v zakone”. ¿Por planear un secuestro? Demuéstrenlo. ¿Objetos robados en un automóvil? Fueron comprados en un rastro ante cinco testigos. ¿La compra de un niño y la venta de sus órganos? Déjense de historias. Lo mismo con las expediciones italianas. ¿El hecho de poseer un establecimiento en el que se tenían lugar encuentros de delincuentes? Eso es totalmente ridículo. Pero si juntamos todos estos casos en uno solo e informamos al país sobre “una organización delictiva bien estructurada y con una estricta jerarquía, que utiliza los métodos de la mafia rusa”, y si mencionamos “procedentes de países de la antigua URSS”… Con esta salsa, contando con la popularidad del tema, ya puede uno anunciar su triunfo.
Pero, ¿saben qué es lo que más inquieta en esta historia? La ausencia de resonancia mediática. Existe una cantidad de detenidos correspondiente al estándar: 25 arrestados. Existe el obligatorio “vor v zakone”. La compra de niños para vender sus órganos, esto es ya algo de impacto mundial. Pero no hay resonancia. Los periódicos publicaron lo que les ordenaron publicar, pero no se esforzaron por dar bombo al asunto. En la prensa aún trabajan profesionales. Una cosa es recibir un encargo, y otra cosa distinta es tener que cubrir minuciosamente los hilos con los que está cosido este caso.
Si se cuentan cuántos “mafiosos rusos”, según los medios de comunicación españoles, fueron detenidos en España en los últimos años, resulta un número de tres cifras. ¿Cuántos de ellos han sido ya juzgados y cumplen con su condena? Ninguno.
Hace un año, al portavoz de la Confederación Española de Policía (CEP), Rodrigo Gavilán, le preguntaron: “En los medios de comunicación españoles, el término ‘mafia rusa’ se ha convertido en los últimos años en un estereotipo que se manifiesta negativamente en la relación hacia Rusia y los rusos que viven en España. Dispone la CEP de datos según los cuales se pueda juzgar la legitimidad de un uso tan amplio de este término?”. A esto, el señor Gavilán respondió así:
“La inmigración por sí misma no engendra delincuencia. Otra cosa es el hecho de que en algunos colectivos de inmigrantes el nivel de delincuencia es superior que en otros. Esta clasificación la lideran argelinos, marroquíes, nigerianos y rumanos. Y el porcentaje más pequeño de incumplimiento de las leyes se observa por parte de ecuatorianos, argentinos y rusos. Hoy en día, a cualquier mafia –albaneses de Kosovo, bosnios, chechenos o rumanos– la confunden con la rusa. La mafia rusa, por supuesto, existe, pero la ves más a menudo en el cine que en la vida real.”

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