Quién y por qué atemoriza a los españoles con “la mafia rusa”?
En los medios de comunicación española aparecen con abrumadora periodicidad
extensos reportajes sobre los desmanes de la “mafia rusa”. Una vez al mes (e
incluso con más frecuencia) explican a los españoles que en esta o aquella
región del país se ha desarticulado un nuevo “nido” de delincuencia organizada
internacional. Y aunque en los artículos sobre este tema se suele mencionar que
los miembros de la banda delictiva son “de países de la Europa del Este”, los
titulares y encabezamientos de estos materiales casi siempre gritan señalando a
la “mafia rusa”.
El resultado de esta campaña sistemática es obvio. Basta con leer los
comentarios en las webs de los periódicos electrónicos en Internet. Inquietud,
indignación, llamadas a endurecer la política de inmigración con “estos
delincuentes rusos”, etc. Y en las regiones donde últimamente se han llevado a
cabo las operaciones más sonadas, ha aumentado de forma brusca el grado de
desconfianza de la población local hacia todos los rusos en general. Esto se
manifiesta en las relaciones con los bancos, en el control extremadamente
desconfiado sobre cualquier negocio dirigido por “estos rusos”, o en las
detenciones infundadas de la policía bajo una única “acusación”: el poseedor de
un pasaporte ruso es sospechoso a priori.
Sin embargo, Rusia y sus ciudadanos nunca han ofendido a España de ningún
modo. Si acaso, cuando el antiguo Imperio Ruso declaró la guerra a la monarquía
española. Pero esto sucedió hace mucho tiempo y fue algo parecido a un chiste.
Sí, fue así: el 15 de junio de 1799, Rusia declaró la guerra a España en
respuesta a su alianza con Francia, pero a causa de la gran distancia entre
ambos países no se llegó al combate directo.
Casi siglo y medio después, los españoles no le dieron a esto una respuesta
muy simétrica. En julio de 1941, los ciudadanos de Madrid enviaron a
voluntarios españoles a “luchar contra el comunismo ruso”. Los voluntarios
formaron una división completa. He aquí este caso: Rusia declara la guerra a
España, pero no hace ningún esfuerzo por luchar contra los españoles, mientras
que España, sin declarar la guerra a la URSS, envía al frente ruso su “División
Azul”.
Durante casi 40 años de dictadura, a los españoles les lavaron el cerebro a
fondo en relación con “esos ateos rojos”, y el nombre de Rusia se convirtió en
sinónimo de la Unión Soviética. ¿Hace falta sorprenderse de que incluso en
nuestros tiempos este cliché se continúe utilizando activamente? Entre los
periodistas españoles no hay ni capacidades ni deseos de cambiar estos
estereotipos de pensamiento. Es demasiado difícil explicar ahora a los
ciudadanos que, desde hace casi 20 años, los adjetivos “ruso” y “rusa” deben
usarse solo en relación con aquello que está directamente relacionado con
Rusia, y no al buen tuntún con cualquier “país de la Europa del Este”.
Pero volvamos a la mafia. Los medios de comunicación españoles han hecho
denodados esfuerzos para crear en la consciencia masiva de los españoles la
convicción, fuertemente asentada, de que los tentáculos de la delincuencia
organizada “rusa” se han extendido literalmente por todo el país.
En los años 90 del siglo XX, en España, por supuesto, comprendían muy bien
que los enormes capitales privados amasados por algunos antiguos ciudadanos de
la URSS tenían un carácter bastante sospechoso. Sin embargo, nadie pensaba en
obstaculizar la entrada y la inversión de estos capitales en la economía
española. Más aún, esto se estimulaba. En Marbella, por ejemplo, la residencia
española era obtenida automáticamente por todos los que comprasen un inmueble
en este lugar de turismo de lujo. En aquella época, los medios aseguraban a los
españoles que no había por qué recelar de los rusos. Según decían, los rusos
habían escogido España como lugar para descansar tranquilamente, y se
comportaban de forma respetuosa y sin armar líos, al haber concertado entre
ellos una especie de pacto de no agresión, es decir: realizar sus ajustes de
cuentas donde fuera, menos en España.
La relación hacia los rusos comenzó a cambiar inesperadamente con la llegada
del nuevo siglo. Como si alguien hubiera dado la orden para ello, los medios
españoles empezaron a cantar a coro sobre la terrible “mafia rusa”. He aquí una
corta cronología de casos especialmente sonados, atribuidos a los mafiosos
rusos.
En agosto de 2002, en el marco de la Operación Brillante, según los medios
de comunicación españoles, que citaban una rueda de prensa de la policía, se
detuvieron cinco rusos acusados de la introducción ilegal de inmigrantes en
España y de obligar a mujeres a prostituirse. Se armó un gran revuelo y empezaron
a hablar de la “mafia rusa”. Más tarde se conoció el dato (sobre el que la
mayoría de medios no se molestaron en informar) de que entre los cinco
detenidos solo uno era ciudadano ruso.
En septiembre de ese mismo año, en un casino de Valencia, fue arrestada Vera
Shimánskaya, campeona de Europa, del mundo, y olímpica en gimnasia rítmica.
Acusaron a la deportista y su acompañante de hacer trampas en el casino y de
estafa, y de los comentarios se deducía que la “mafia rusa” recorría las
instalaciones de juego españolas desde hacía tiempo. Después, la investigación
de este caso quedó archivada por falta de pruebas. Pero la gran masa de
lectores, televidentes y oyentes de radio españoles, por supuesto, no se enteró
de ello. Por el contrario, se instaló en su percepción la idea de que incluso
los grandes deportistas rusos son mafiosos.
“Los tentáculos de la mafia rusa llegan hasta España”; un artículo con este
titular apareció en el periódico “El País” en abril de 2004. En el artículo
describieron detalladamente la esfera de influencia de diversos grupos
delictivos: “Desde Cataluña hasta Castellón es el territorio de las mafias
georgiana y daguestaní. Toledo está controlado por los armenios. Los rumanos y
lituanos vigilan la recogida de cítricos en Valencia. Los robos de coches y la
falsificación de documentos en Almería son llevados a cabo por los lituanos y
armenios. Y el territorio ucraniano es Murcia, Alicante, Huelva, Cuenca,
Badajoz y el sur de Valencia”. Una guía de viajes muy detallada, pero ¿por qué los
“tentáculos” lituano-armenio-georgiano-rumanos se llaman “rusos”?
Junio de 2004. Gracias a los esfuerzos de los medios, por esta época los
españoles ya saben que la “mafia rusa” se dedica en España al tráfico de
drogas, comercio de esclavos, control de la prostitución, envía timadores a los
casinos, etc. En un cuadro tan abigarrado faltaba la última pincelada: el
tráfico de armas. Y he aquí que el cuadro empezó a agradar a los ojos por su
completitud: en Madrid fue detenida una tal Marina M., acusada de pertenecer a
una organización delictiva especializada en el tráfico de armas. Disipar las
dudas sobre la ciudadanía rusa de la detenida resultó imposible: los
periódicos, remitiéndose a una rueda de prensa de la policía, mencionaron
unánimemente tan solo que la detenida era una “mujer rusa”, que igualmente
podría ser ciudadana rusa como ucraniana o moldava.
En marzo de 2005 se lleva a cabo la operación “Ballena Blanca”. Su lema: la
erradicación implacable de las mafias internacionales que habían convertido la
Costa del Sol en un “lavadero” de dinero negro procedente de actividades
delictivas. La envergadura de la operación fue impresionante. Se confiscaron
251 bienes inmuebles, obras de arte, yates, aviones, automóviles de lujo, etc.,
todo ello valorado en la astronómica suma de 250 millones de euros. Y aunque la
lucha se realizaba contra la delincuencia internacional –que, obviamente, no
tiene nacionalidad–, de forma velada se daba a entender que en primer lugar se
sospechaba precisamente de la “mafia rusa”. Lo que avala, por ejemplo, la
repentina afirmación gratuita de que tras todo ello se estaba investigando un
camino directo hacia el dinero negro de la corporación rusa Yukos.
En las publicaciones y reportajes televisivos sobre la operación “Ballena
Blanca” se informó de la detención de “numerosos rusos, establecidos desde hace
tiempo en la Costa del Sol y que habían organizado allí un lavado a gran escala
de sus capitales delictivos”. En octubre de 2008 comienza el juicio de este
caso. Y entonces se sabe que entre los acusados hay solo un ruso y una
ucraniana. Y en total, los que se sentaron en el banquillo de los acusados
fueron 21 personas. El principal acusado fue el abogado chileno Fernando del
Valle. Junto a él se sentaron seis españoles, además de finlandeses, ingleses,
suecos, turcos, argelinos, iraníes, franceses… ¡Así es como es, esta “mafia
rusa”!
Poco después, los españoles descubrieron que la situación era incluso peor
de lo que se podía imaginar. Los medios les informaron de la jerarquía de la mafia
rusa, familiarizándonos con el término “vor v zakone”. Resultó que cabecillas
de la mafia rusa los había a montones, y que prácticamente todos ellos
habitaban en España. En junio de 2005 se realizó la operación “Avispa”. Sus
resultados: 27 miembros de la “mafia rusa” detenidos, todos ellos con el rango
de “vor v zakone”. Cierto, casi todos ellos resultaron ser georgianos. Pero ¿y
qué? ¡Incluso si hubieran sido aborígenes australianos, serían “de la mafia
rusa”!
Detengamos aquí la digresión histórica y volvamos al día de hoy. Dicen que
la Historia se repite dos veces: la primera vez, como tragedia, la segunda,
como farsa. Esto no es del todo exacto. Como farsa, la misma historia puede
repetirse múltiples veces. Y cada vez la farsa será más y más descarada y
ofensiva.
He aquí los cuentos más recientes sobre los “terribles rusos” que viven
junto a los pobres españoles.
En marzo de este año, una joven rusa, hija de un deportista reconocido que
en un tiempo se había entrenado en el equipo español, fue detenida en Granada y
trasladada a Madrid para su interrogatorio. Aún no habían llevado a la chica a
la capital, y ya toda España sabía lo que había hecho. No, no se trata de una
errata: la presunción de inocencia es un concepto absolutamente desconocido por
los medios españoles. La rotundidad de las publicaciones convencen al lector de
que la persona mencionada en el artículo COMETIÓ un delito y no se trata solo
de un SOSPECHOSO, cuya culpa demostrará (o no) una investigación y determinará
un juicio. A la chica rusa, tras difundir su nombre y apellido, la acusaron… de
propaganda a favor de la Jihad (guerra santa islámica) y la preparación de
actos terroristas con el objetivo de devolver Andalucía al mundo árabe.
¿Absurdo? Por supuesto, absurdo. Ello se hizo evidente durante el
interrogatorio, tras el cual dejaron en libertad a la chica sin imputarle
ningún cargo. Pero el trabajo ya se había hecho. Toda España se enteró hasta
dónde habían llegado “estos rusos”: terrorismo, propaganda de una ideología
religiosa ajena, pretensiones sobre el territorio español… Y solo unos pocos
leyeron la diminuta nota que rehabilitaba totalmente a la chica rusa y luego
explicaba lo que realmente había ocurrido. Resulta que el prometido español de
la chica no es una persona muy adecuada, sobre lo cual existe el
correspondiente informe. Fue él quien realizó la propaganda a causa de la cual
llevaron a interrogar a su prometida rusa. Es interesante que el mencionado
informe eximiera al chico de cualquier responsabilidad en este ruidoso asunto y
que no le obstaculizase en absoluto servir en las fuerzas armadas españolas.
A finales de junio, la “mafia rusa” de nuevo recordó a todos su existencia.
Más exactamente, los medios nos recordaron su existencia, tanto que a muchos se
les empezó a helar la sangre en las venas. Parece ser que en el armamento de la
terrible organización existe un arma secreta: ¡un virus del KGB! ¿Cómo se hizo
público el secreto?
Un tal Román robó en la casa de uno de los sospechosos, llevándose, entre
otras cosas, varios relojes caros. Algún tiempo después, Román entró de nuevo
en la casa en la que había robado: quería encontrar los documentos de los
relojes para venderlos a un precio más alto. Y fue cazado en el lugar del
delito. El dueño de la casa y dos amigos suyos decidieron no involucrar a la
policía y ocuparse ellos mismos del ladronzuelo. Según se explica, a Román le
pegaron, aunque sin consecuencias graves, y grabaron en video su sincera
confesión sobre el robo. Tras jurar que lo devolvería todo, Román corrió a la policía
nacional, donde declaró sobre el “atropello” cometido contra él por la “mafia
rusa”. El cálculo fue correcto: esa combinación de palabras provoca en los
miembros de las fuerzas de la ley españolas una reacción mágica; y es que
¿quién no quiere destacar en la tarea de limpiar de esa inmundicia el país de
Don Quijote? Para otorgar más importancia a sus palabras, la “víctima” declaró
que le habían inoculado un virus del KGB que causa la muerte en 24 horas si no
se contrarresta con un antídoto. Sin comprobación de ningún tipo, la fantasía
de Román se convirtió en realidad, primero en los informes de la policía, y
luego los periódicos gustosa y detalladamente describieron la acción de este
virus de pesadilla. La fantasía de los periodistas profesionales resultó ser
mayor que la de un ladronzuelo común que había conseguido salvar su pellejo.
Aquí hay que detenerse un momento en otro detalle sorprendente. Sea lo que
sea que inventen en España sobre la “mafia rusa”, en Rusia no solo lo respaldan
con gusto, sino que además lo adornan con nuevos detalles. En el asunto sobre
el “virus del KGB”, los medios de comunicación rusos de inmediato vieron un
modo de causar sensación. Los titulares no dejaban lugar a dudas: “¡Bandidos se
apropian de dinero con un virus del KGB!”, “¡Torturan a empresarios rusos en
España con un virus del KGB!”. No hay modo condicional, no hay presunción de
inocencia, no existe el sentido común más elemental: ¿de dónde ha salido este
“novísimo y ultrasecreto virus del KGB”, como afirmaron algunos medios, si del
propio KGB hace mucho que no hay ni rastro? ¿Y por qué torturan a “empresarios
rusos”, si es obvio que hay un único afectado, y ello según su propia
afirmación gratuita? Además, Román no solo no es empresario, sino que tampoco
es ruso. ¿Y qué hay del antídoto, se lo dieron de todas formas o no? Sobre esto
nadie ha dicho ni una palabra.
¿Por qué motivo toda este disparate recibió una resonancia mediática tan
grande? Es muy sencillo: un proceso criminal de este tipo puede reportar no
pocos beneficios a quien lo instruya. Pues, ¿a quién le interesa investigar un
simple conflicto entre extranjeros? Uno robó, los otros le pegaron por eso:
algo de lo más corriente, que casi con total seguridad acabará en sentencias de
libertad condicional y sanciones económicas. Pero si se mete en el asunto a la
“mafia rusa”, entonces se puede pregonar que ha sido rechazada una amenaza real
para la seguridad nacional.
Y, finalmente, el último episodio de la tragicomedia sobre lo eficazmente
que luchan en España contra la “mafia rusa”. Pero antes de relatarlo, hay que
hacer una pequeña digresión.
Como ya se ha señalado, las informaciones sobre los éxitos en la lucha
contra la “mafia rusa” en España se siguen unas a otras con una sospechosa
periodicidad y con una simultaneidad igual de sospechosa: es revelador el hecho
de que, en el mismo día, numerosos medios españoles repitan los mismos párrafos
de texto. Como si alguien, al recibir una señal “desde arriba”, diera la orden
a los periodistas y les proporcionara “materiales metodológicos”. Nada de
investigaciones periodísticas: aquí tenéis algo que ha “pescado” la policía, si
queréis os podéis inventar el resto. Lo principal es que desde el primer
momento –preferiblemente, desde el titular–, mencionéis a la “mafia rusa”,
señalando que sus tentáculos abarcan ya todo el país, y que sus contactos
llevan hasta lo más alto de las autoridades rusas. De este modo, España ha
descubierto en los últimos tiempos los asuntos más increíbles.
Por lo que parece, la desalmada “mafia rusa” compra los resultados que
necesita en los partidos de los torneos de fútbol europeos.
Para sacar de la cárcel a uno de los “vor v zakone”, la organización envía a
España a un abogado que en realidad es un emisario de la mafia. En este
sentido, ello se hace absolutamente evidente no tras una minuciosa
investigación y la emisión de un veredicto, sino tan solo en cuanto el abogado
aparece en la cárcel para entrevistarse con su defendido.
Se supone que un diputado de la Duma, el Parlamento de Rusia, está relacionado
con los imputados en el sonado “Caso Troika”. Cuando éstos fueron encarcelados
en junio del pasado año, se afirmó que sobre las conciencias de los acusados
había: encargo de asesinatos, narcotráfico, tráfico de armas y personas… Pero
en la conclusión acusatoria no hay ni palabra sobre estos delitos. Los motivos
para mantenerlos bajo custodia durante la investigación fueron solo unas
supuestas infracciones fiscales. Para hallar la confirmación de las relaciones
del diputado con la mafia –en ausencia de éste, pero con la participación de
fotógrafos y cámaras de televisión–, se efectúo un registro en su casa de
Mallorca. No se pudo obtener ninguna prueba. Sin embargo, al abandonar la casa,
la policía –por si acaso– se lleva los ordenadores y… costosas obras de arte.
Pero ¿cuánto se pueden explotar los viejos casos: “Ballena Blanca”,
“Avispa”, “Troika”? Hay que inventar nuevos. No obstante, mejor no hacerlo de
forma apresurada, para que no salga algo tan ridículo y absurdo como lo del
virus del KGB. Y entonces, a la cabeza de alguien acude una idea muy
prometedora: vincular al concepto “tropelías de la mafia rusa en España” casos
antiguos que, por falta de vista, no fueron relacionados en su momento con esta
importantísima categoría. Qué resultó de esto, júzguenlo ustedes mismos. Al
relatar la última operación exitosa contra la “mafia rusa” resulta muy difícil
resistirse a caer en el sarcasmo y la ironía. Por eso, no nos vamos a resistir
a ello.
El 14 de julio, muchos periódicos españoles, incluyendo, por supuesto, “ABC”
y “El País” (estos dos diarios son la vanguardia de la cruzada contra la “mafia
rusa”), informaron sincronizadamente sobre lo siguiente.
Ya desde la primera frase, la desolación embarga al lector: “La mafia rusa
ha comenzado a cubrir Guipúzcoa con sus tentáculos”. Sin quererlo, acude a la
mente la imagen de un español preocupado que, tras leer esto, se horroriza:
“¡Vaya, incluso hasta el País Vasco han llegado ya estos canallas rusos!”.
Después se enumeran los malos asuntos a los que se dedican en esa región los
pérfidos mafiosos: secuestro de personas para cobrar el rescate, chantaje,
delitos contra la propiedad privada, distribución de narcóticos, tenencia
ilícita de armas, control de la prostitución, compra de niños para comerciar
con sus órganos… Subrayamos: esto es a lo que SE DEDICAN los protagonistas del
caso, y no aquello sobre lo que tan solo SE SOSPECHA que hacen. ¿Y quiénes son,
estos violadores de la ley? Por supuesto, “personas de países de la Europa del
Este”. ¿De cuáles exactamente? Pues ¿acaso no está claro, si ya se ha escrito
“mafia rusa”?
La Guardia Civil, tras descubrir las actividades delictivas y los planes de
la organización, arrestó a 25 personas. La “gracia” de la operación estuvo en
que el público español se enteró de ella transcurrido un tiempo considerable
tras el arresto de los principales acusados. Los medios de comunicación
explicaron esto aduciendo que “la investigación se llevó a cabo en secreto para
no ahuyentar a los delincuentes que aún no habían sido descubiertos”. En enero
de 2008 fue arrestado y encarcelado el cabecilla. Un par de meses después, su
sucesor. Pero se continuó guardando el secreto, para que los mafiosos
ordinarios creyeran que no les amenazaba nadie.
Además, la operación para liquidar la organización delictiva en Guipúzcoa
comenzó a mediados de 2007. Ya entonces se pudo establecer que “la organización
está perfectamente estructurada, actúa bajo las leyes de la mafia rusa y está
compuesta, principalmente, por personas de los países de la antigua Unión
Soviética”.
En la conclusión acusatoria difundida por los medios de comunicación
españoles, se afirma que la organización estaba encabezada por el “vor v
zakone” Alberto M.C. Este español fue evacuado de niño a la URSS durante la
Guerra Civil, y volvió a su país 10 años más tarde. Nota: los “niños de la
guerra”, trasladados a la URSS en 1937-1938, tenían entre 7 y 15 años. Resulta,
entonces, que este “vor v zakone” ya ha celebrado su 80º cumpleaños o está a
punto de celebrarlo.
¿De qué se le acusa en su vejez a don Alberto, quien lleva ya un año y
medio, junto con su mujer, encerrado en la cárcel? Resulta que durante los diez
años que vivió en la provincia de Guipúzcoa, no trabajó en ningún sitio. ¿Acaso
no resulta muy sospechoso cuando una persona de 80 años no trabaja en ningún
sitio? Incluso si se trata de uno de los propietarios de varias “empresas que
la organización controlaba en el territorio de la provincia”.
Los medios señalan que el nivel de vida de esta persona era muy alto. Como
confirmación se informa de que “usaba automóviles caros, uno de los cuales se
valora en 95.000 euros”. Destacamos: no “poseía”, sino “usaba”. Pero aunque
efectivamente los poseyera, ¿qué hay de extraño en esto? Bien pudiera ser que
tras varias décadas viviendo en la URSS, y luego en Rusia, se hiciera con un
piso en un prestigioso barrio de Moscú y una “dacha” en las cercanías de la
ciudad. Con vender esto antes de regresar a España, uno tiene suficiente para
vivir bien, incluso sin tener que trabajar durante la vejez.
En el piso de don Alberto en San Sebastián se efectuó un registro.
Encontraron recibos de envíos de dinero a países de Europa del Este.
Encontraron “diverso material informático”. Encontraron “mil euros escondidos
en un mueble”. Y bien, digan ustedes, ¿qué pasa con todo esto? Realmente, es
difícil imaginar que por algo así uno pueda acabar en la cárcel. Aunque en
otras operaciones contra la “mafia rusa”, alguno que otro acabó ahí. Pero a don
Alberto no lo encarcelaron por eso. En su piso también encontraron “medio kilo
de cocaína en paquetitos y otro kilo más de esta droga sin empaquetar”. Esto ya
es algo serio y castigable. Pero, ¿es posible afirmar al respecto que el
detenido no era un traficante de drogas, sino el cabecilla de una organización
delictiva, y además, un “vor v zakone”? Nadie afirmó esto durante un año y
medio. Hasta el momento en que fue necesario hacerles recordar de nuevo la
“mafia rusa” a los españoles.
¿Saben por qué encarcelaron en su época al mafioso de Chicago Al Capone? El
contable principal de su organización entregó a la investigación toda la
contabilidad. Y Al Capone recibió su sentencia de cárcel no por asesinato,
extorsión, tráfico de alcohol (prohibido en aquel entonces) y otros delitos
graves, sino por eludir el pago de impuestos desde su negocio, completamente
legal. En su vivienda y oficina se realizaron registros en más de una ocasión,
pero nunca se encontraron allí cadáveres, narcóticos, armas no registradas o
productos de contrabando. Porque un capo de la mafia y un “vor v zakone” no
puede llegar a serlo un hombre tan estúpido como para guardar en su propia casa
pruebas que puedan enviarlo a prisión por largo tiempo.
Pero el lugar de honor nunca está vacío. Al “vor v zakone” –y,
simultáneamente, camello– español lo encerraron en la cárcel. La operación era
secreta, por eso los miembros de la banda, por supuesto, no notaron nada,
aunque eligieron a un nuevo cabecilla. Pero el 2 de marzo del mismo 2008
también lo encarcelaron a él. E informaron a los periodistas sobre la liquidación
de un “nido” de la mafia rusa en Guipúzcoa 16 meses después. ¿Por qué? Pues
para no ahuyentar a los que aún estaban en libertad. Por cierto, el nuevo
cabecilla fue a parar a la cárcel por una acusación muy seria: “planeaba el
secuestro de un empresario georgiano en Bilbao”.
Normalmente, se considera que arrestar a un delincuente es poco; además,
hace falta demostrar su culpabilidad. Y por eso es muy deseable atraparlo en el
mismo momento de comisión del delito, o bien tener pruebas irrefutables de su
culpabilidad: objetos inculpadores y testigos de una violación de la ley ya
cometida. A veces, por supuesto, también envían a alguien a prisión a causa de
intenciones delictivas, pero esto ocurre muy raramente, ya que es difícil
demostrar que estas intenciones existían realmente. Alguien quizás recuerde que
no hace mucho tiempo en España se retuvo en prisión a un grupo de personas
procedentes de países árabes. Se dijo que pretendían hacer volar por los aires
el edificio del Tribunal Supremo. ¿Y qué sucedió? No pudieron demostrarlo. Los
árabes pasaron dos o tres años en prisión provisional, y luego salieron en
libertad con una reputación tan intachable como antes.
¿Por qué motivos detuvieron a los restantes miembros de la “mafia rusa” en
Guipúzcoa? En lo que se refiere al “vor v zakone” español y su mujer, todo está
claro: a causa de las drogas. Entonces también pusieron bajo custodia a “un
hombre y su madre”. ¿Por qué? Éstos “poseían un establecimiento en el que los
miembros de la banda realizaban sus reuniones y guardaban objetos robados”.
Tres detenidos más en la frontera con Francia. Como se indicaba con toda
seriedad en la conclusión acusadora, “se dirigían al país vecino con el fin de
comprar un niño por 5.500 euros y luego vender sus órganos”. Después se informa
de que en su coche se encontraron “objetos supuestamente robados”. Incluso un
investigador principiante, tras recibir la información de que se está fraguando
un crimen tan vil, sabe cómo hay que actuar. Soñando con la lluvia de honores
(condecoraciones, recompensas económicas, un ascenso) que le quedará
garantizada si logra deshilar por completo esa madeja, incluirá
obligatoriamente en el caso a Interpol. Porque detener a unos malhechores es
poco; hace falta también averiguar a quién pretendían comprar el niño, y si
tras los vendedores existe una red completa especializada en el secuestro de
niños. También hace falta aclarar de qué forma pretendían extraerle los órganos
a la víctima; quién y dónde realiza tales operaciones, quién realiza los encargos,
etc. Sin embargo, detienen a los tres individuos sin molestarse en hacer
posteriores investigaciones. ¿Por qué? Pues muy sencillo. Detuvieron en la
frontera un coche al azar. El conductor y sus acompañantes resultaron ser esas
mismas “personas procedentes de los países de la antigua URSS” que, como es
sabido, en su práctica totalidad forman parte de la “mafia rusa”. Y además en
sus bolsillos aparecieron 5.500 euros en metálico, ¿cómo no iban a detenerlos?
Pero ¿con qué motivo? Pues aunque sea por el costoso equipo musical del
automóvil, que seguramente proviene de algún asunto de robo… Por supuesto, si
no hubiera surgido la necesidad imperiosa de infligir de nuevo un gran golpe a
la “mafia rusa”, nadie habría oído nunca nada sobre ese hipotético niño. Pero
la fantasía enferma de alguien llegó justo a tiempo: sepan todos que de la
“mafia rusa” se puede esperar cualquier vileza.
Y he aquí el siguiente episodio de este caso. En Barcelona, en un barco que
se dirigía a Italia, detuvieron a otros cuatro delincuentes. ¿Con qué
acusaciones? Quién lo sabe ahora. Pero, según la conclusión acusadora, “se
dirigían a Italia para realizar una serie de robos que permitieran mejorar la
situación económica de la organización”. Todos los detenidos están registrados
en Cataluña, en Lloret de Mar. ¿Cómo relacionarlos con la “mafia rusa” de
Guipúzcoa? Para ello es suficiente mencionar que la orden de ir a Italia a
robar la recibieron del cabecilla. Reflexionemos: una organización delictiva se
dedica al narcotráfico, la extorsión y el secuestro por todo el País Vasco,
controla la prostitución, comercia con órganos humanos, etc.; todo esto
representa ingresos millonarios. Pero para ellos todo es poco. Y entonces se
prepara una expedición al extranjero con el objetivo de colarse por una ventana
de la mansión de un italiano acomodado. ¿Cómo se descubrió todo esto? Ya lo
hemos dicho: a causa de la orden del cabecilla. Porque la orden, evidentemente,
llegó de forma escrita, y los delincuentes la llevaban en el bolsillo. Y es que
es imposible imaginar que unos curtidos mafiosos reconocieran ellos mismos cuál
era el auténtico fin de su viaje a Italia.
No hay por qué dudar de que los restantes imputados, sobre los cuales no
dijeron nada los periódicos españoles, fueron detenidos bajo acusaciones aún
menos significativas que las de “poseer un establecimiento donde se realizaban
reuniones de delincuentes”.
Hagamos balance. Tenemos diversos casos sin ninguna perspectiva de ser
solucionados. Al narcotraficante, por supuesto, se le puede sentenciar a una
larga condena, pero no la cumplirá: en España no se encarcela a los ancianos de
80 años, tal vez solo durante el periodo de investigación y tras colocarle la
estampa de “vor v zakone”. ¿Por planear un secuestro? Demuéstrenlo. ¿Objetos
robados en un automóvil? Fueron comprados en un rastro ante cinco testigos. ¿La
compra de un niño y la venta de sus órganos? Déjense de historias. Lo mismo con
las expediciones italianas. ¿El hecho de poseer un establecimiento en el que se
tenían lugar encuentros de delincuentes? Eso es totalmente ridículo. Pero si
juntamos todos estos casos en uno solo e informamos al país sobre “una
organización delictiva bien estructurada y con una estricta jerarquía, que
utiliza los métodos de la mafia rusa”, y si mencionamos “procedentes de países
de la antigua URSS”… Con esta salsa, contando con la popularidad del tema, ya
puede uno anunciar su triunfo.
Pero, ¿saben qué es lo que más inquieta en esta historia? La ausencia de
resonancia mediática. Existe una cantidad de detenidos correspondiente al
estándar: 25 arrestados. Existe el obligatorio “vor v zakone”. La compra de
niños para vender sus órganos, esto es ya algo de impacto mundial. Pero no hay
resonancia. Los periódicos publicaron lo que les ordenaron publicar, pero no se
esforzaron por dar bombo al asunto. En la prensa aún trabajan profesionales.
Una cosa es recibir un encargo, y otra cosa distinta es tener que cubrir
minuciosamente los hilos con los que está cosido este caso.
Si se cuentan cuántos “mafiosos rusos”, según los medios de comunicación
españoles, fueron detenidos en España en los últimos años, resulta un número de
tres cifras. ¿Cuántos de ellos han sido ya juzgados y cumplen con su condena?
Ninguno.
Hace un año, al portavoz de la Confederación Española de Policía (CEP),
Rodrigo Gavilán, le preguntaron: “En los medios de comunicación españoles, el
término ‘mafia rusa’ se ha convertido en los últimos años en un estereotipo que
se manifiesta negativamente en la relación hacia Rusia y los rusos que viven en
España. Dispone la CEP de datos según los cuales se pueda juzgar la legitimidad
de un uso tan amplio de este término?”. A esto, el señor Gavilán respondió así:
“La inmigración por sí misma no engendra delincuencia. Otra cosa es el hecho
de que en algunos colectivos de inmigrantes el nivel de delincuencia es
superior que en otros. Esta clasificación la lideran argelinos, marroquíes,
nigerianos y rumanos. Y el porcentaje más pequeño de incumplimiento de las
leyes se observa por parte de ecuatorianos, argentinos y rusos. Hoy en día, a
cualquier mafia –albaneses de Kosovo, bosnios, chechenos o rumanos– la
confunden con la rusa. La mafia rusa, por supuesto, existe, pero la ves más a
menudo en el cine que en la vida real.”
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