Tenía guardado un artículo de Dmitri Estafiev de 2005 sobre los problemas en la celebración del 60 aniversario de la victoria contra el fascismo en la II guerra mundial. En su momento me pareció exagerado. Ahora no tanto.
Le he dado muchas vueltas a por qué se produjo una situación tan conflictiva en torno a la celebración del 60 aniversario de la victoria sobre el fascismo. Por qué en Europa les molestó tanto que Rusia intentara convertir esa fecha en una acontecimiento mundial y recordar lo sucedido en la hoy floreciente Europa hace algo más de un siglo. Desde todos los rincones de Europa se oyeron comentarios de que Rusia no debía subrayar su papel en la victoria sobre el fascismo, y de que los regímenes establecidos por el ejército soviético en Europa Oriental eran incluso peores que el fascismo. Esto sería simplemente ofensivo si no fuera porque refleja una tendencia política general en la Europa actual. La denominación de esta tendencia es simple y terrible: rehabilitación política del fascismo.
Todo este tiempo me ha preocupado una cuestión: por qué los educados políticos de la diplomacia europea comparten la preocupación de los estados bálticos porque están junto a Rusia. Pero a los políticos europeos no les preocupa el destino de la población rusohablante de esos países a la cual tratan como a Neandertales que no son dignos del modo de vida europeo, no les preocupa que por las calles de ciudades europeas se pasea gente que levanta el brazo en saludo fascista. A Europa por algún motivo no les preocupa que en las repúblicas bálticas el haber sido nazi, miembro de las SS, haber participado en operaciones de exterminio permita obtener una buena pensión para la vejez. A Europa no le preocupa que en los libros de historia para las escuelas de Letonia se escriba sobre el campo de concentración de Salaspils como en las hojas de propaganda hitlerianas.
¿Por qué la civilizada Europa es tan bondadosa con el fascismo?
La respuesta puede ser espantosa, por ejemplo: porque el fascismo es un parte inseparable de la civilización europea, y los fascistas para los europeos son los suyos. En pocas palabras: el soldado soviético es el extraño y por eso es un ocupante, y el hitleriano es el propio, igual de europeo, que no provoca un rechazo inmediato. No me refiero al fascismo ordinario, cuando los cabezas rapadas se pasean por las calles. Estoy pensando en el fascismo que florece en los parlamentos, el los clubs de élite, en las familias de orden.
Por supuesto, cualquier europeo torcerá el gesto ante tal afirmación, pero veamos la situación objetivamente. Europa nunca se opuso al fascismo sino que se sometió a él. Por supuesto en los libros de historia se escribe que la segunda guerra mundial empezó el 1 de septiembre de 1939, y formalmente fue así. Pero de hecho empezó el 22 de junio de 1941, y hasta entonces fue una marcha triunfal del fascismo por Europa. La clave de la derrota de Francia no fue la táctica de Guderian, sino el que los franceses no quisieron oponerse a los "suyos". Los franceses y belga, que en la primera guerra mundial dieron pruebas de una enorme firmeza. Pero en cuanto los alemanes cambiaron su bandera nacional por los emblemas de la ideología fascista, la conquista de Francia fue coser y cantar para ellos. La fuerte resistencia británica es una excepción que confirma la regla. Es didícil por cierto explicar por qué los británicos no pudieron llegar a un acuerdo con Hitler. El pacto de Munich ya había demostrado que podían pactar fácilmente con los nazis.
En segundo lugar, el fascismo, a diferencia del comunismo soviético (trasladado desde Moscú con un gran precio económico), salió del interior de Europa. Creció en la civilización europea y se veía como algo no muy presentable pero totalmente normal. En todos los países europeos existían poderosas organizaciones fascistas en las que militaban no gente marginal sino la élite. Incluyendo la familia real británica o intelectuales como Knut Hamsun o Pierre Laval. Las historias sobre movimientos antifascistas en Europa son poco convincentes. Aparte de Italia, donde siempre hubo un fuerte movimiento comunista, la resistencia se quedaba en nada cuando se trataba de desacuerdos cotidianos con los oficiales alemanes. Un vecino europeo, y no un simple vecino, el nazismo en Europa venía muy bien: se redujo la criminalidad, había un reichmark fuerte (similar, por cierto, al euro), había mano de obra barata del este, desapareció el peligro del comunismo, se fue a alfuna parte el sastre judío envidiado por su riqueza. En definitiva, pequeñas alegrías...
En tercer lugar, el lema principal del fascismo no era la lucha por el espacio vital para los alemanes, sino la idea de una Europa unida. Los historiadores comunistas escribieron mucho sobre la intervención de 14 potencias europeas en la guerra civil rusa. Lo cierto es que cuentes como cuentes no te salen 14 potencias extranjeras. Si embargo si que hubo una intervención de una "Europa Unida" en Rusia el año 41. En el ejército fascista, que llevó hasta Moscú, había representantes de todos los estados europeos, incluyendo, por cierto, a la ocupada Polonia. Las excepciones fueron Suecia (aunque había voluntarios suecos en la Werhmacht) que estaba ocupada en la extracción de hierro para los tanques alemanes, y Suiza, que contaba pedantemente los dientes de oro sacados no se sabe de dónde. Y a los europeos no les molestaba, sino que lo consideraban un honor, marchar bajo las banderas fascistas para luchar en el Este.
En cuarto lugar, no es posible creer en serio que en Europa no sabían nada de la existencia de gigantescas fábricas de muerte. Lo sabían y lo consideraban un trabajo para ellos, completamente normal, en calidad de personal de servicio. Por ejemplo a los polacos, a los que entregaban la ropa que quitaban a los judíos asesinados, no parecía preocuparles que en la jerarquía racial de los nazis ellos no estaban muy lejos de los judíos. Y en general, después de algunos excesos, cuando los ocupantes ahorcaron en caliente a algunos cómplices, la colaboración con los fascistas no se consideraba en Europa algo vergonzoso. Kurt Waldheim y François Miterrand, cuyas biografías en este aspecto no estaban muy limpias, llegaron a ser presidentes de sus países. Países que son considerados como la cumbre de la "eurepeidad".
Así que el fascismo es para Europa algo aceptable, como ideología y como práctica política. Por supuesto, los ocupantes estadounidenses y soviéticos explicaron a los europeos que el fascismo es algo muy malo, sin embargo la época en que la coalición antihitleriana ocupaba Europa ha desaparecido para siempre. Y Europa vuelve a vivir "a su manera", lo que trae que la aparición de los fascistas en las calles de Riga sea algo normal. Y meter a la cárcel a los antiguos partisanos soviéticos sea una maravilla. La ligera capa de antifascismo que se dio artificialmente sobre la civilización europea ha desaparecido, si excluimos Alemania. Peor esto es comprensible: las costumbres nuevas regían con crueldad y se inculcó a los alemanes en las zonas de ocupación que hacer lámparas con la piel de los judíos es una pasada.
Y Entonces tenemos el siguiente cuadro: en las últimas décadas Rusia, con grandes sacrificios, a veces inconsecuentemente y con grandes pérdidas políticas ha expulsado de sí su pecado de la ideología totalitaria, ha expulsado de sí el comunismo. Y justamente en ese periodo Europa con una obstinación digna de mejor causa se ha impreganado de su pecado totalitario: la ideología del fascismo, que con gran esfuerzo y por métodos no totalmente democráticos extirparon de Europa los ejércitos de ocupación soviético y norteamericano, sin estar claro aún quién fue más cruel. Y a juzgar lo de moda que se ha puesto en Europa odiar a Rusia y los rusos (vasta con ver los cabeceos aprobatorios de los eurohabitantes a cada grosería de la presidente lituana Freidberg). A Europa, excluyendo a Alemania, repito de nuevo, (sin entrar en de quién es el mérito, de los propios alemanes o del NKVD) le gusta impregnarse de fascismo.
¿Por qué le gusta? Porque la ideología del fascismo fue sufrida por Europa, y posiblemente sea la cumbre de la civilización europea. La ideología del fascismo transforma a una pequeña península en los confines del planeta en el centro del universo, y da al europeo mediocre y poco amante del conocimiento un sentimiento de su propia grandeza y participación en un proyecto global. La ideología del fascismo, del nuevo paganismo, vino a sustituir en Europa al cristianismo. Por cierto, en qué fácil los europeos han decidido rechazar la mención a las raíces cristianas de su civilización en la actual constitución europea. Ciertamente, después de la derrota del fascismo, Europa no ha podido crear ningún otro sistema ideológico. El eurocomunismo era una parodia del comunismo soviético, y no de los tiempos de su mayor desarrollo sino de su ocaso. El euroliberalismo es una lamentable imitación del american way of life. Sin hablae de la concepción ideológica del "estado del bienestar" que ahora rechazan prácticamente todos los países.
Así que la ideología del fascismo renacido consciente o instintivamente por los funcionarios de Bruselas no sólo llena un vacío ideológico en Europa, también devuelve a los europeos a su mundo habitual, del cual le expulsaron en 1945 los soldados soviéticos, creando un trauma irreparable en el pequeño burgués europeo.
Fueron ingenuos los intentos de traer a los líderes de todos los países europeos a la celebración del 60 aniversario de la victoria. El 9 de mayo para muchos de ellos, y no solo para los líderes bálticos es considerado el día de la derrota. Ellos estaban del otro lado. Pero lo más importante es que siguen del otro lado.
Y me viene a la mente otra circunstancia. Se puede acusar a los estadounidenses de muchas cosas. Incluso en su relación con Rusia. Son demasiado arrogantes, están demasiado seguros de que pueden hacerlo todo sin aliados, confían demasiado en que los países de la, así llamada, nueva Europa, sobre todo Polonia, asegurarán los intereses norteamericanos en Europa. Pero hay algo de lo que no se puede acusar a los USA: allí nunca ha existido el fascismo. En América, como en Rusia, los fascistas siempre han sido marginales, que son despreciados y no son admitidos en la política y se ven expulsados al subsuelo. Esto está relacionado con la historia de los USA, con el carácter multinacional de su sociedad y con otra serie de motivos. Así que entre Rusia y los Estados Unidos siempre habrá un factor que permita la cercanía ideológica, que nunca habrá entre Europa y Rusia.
Ahora se entiende por qué ha fracasado el intento de transformar la guerra con el terrorismo en una ideología global. Y ahora tenemos la misión de cambiarla por algo que permita la construcción de un nuevo orden mundial con una base más justa. Sería bueno si Rusia y los Estados Unidos pudiesen ser la base de una coalición antifascista global. La rehabilitación política del fascismo en Europa amenaza sobre todo a nuestros dos países, que rechazan orgánicamente el fascismo como ideología y práctica política. La vez anterior el fascismo se dirigió hacia el este. Pero antes se movió con éxito hacia el oeste. Y Europa ahora tienen al oeste a los Estados Unidos.
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