Ya hemos visto esto antes. Durante los dos últimos meses las
protestas callejeras en Ucrania han aparecido en los medios occidentales según
un guión bien preparado. Los acampados pro-democracia están luchando contra un
gobierno autoritario. Los manifestantes están demandando el derecho a formar
parte de la Unión
Europea. Pero el presidente ruso Vladimir Putin ha vetado su
posibilidad de ser libres y prósperos.
Es una historia que ya la hemos oído de una u otra
forma muchas veces, no solo en la
revolución naranja ucraniana de hace una década. Pero esto solo tiene una
escasa relación con la realidad. La pertenencia a la Unión Europea no ha
sido, y probablemente nunca lo será, una oferta a Ucrania. Como en Egipto el
año pasado, el presidente que los manifestantes querían expulsar había sido
elegido en unas elecciones aprobadas por los observadores internacionales. Y
muchos de aquellos que se manifestaban en las calles no eran demasiado
partidarios de la democracia.
Nunca se podrá saber, por la mayoría de los reportajes, que
los nacionalistas de extrema derecha y los fascistas han estado en el corazón
de las protestas y ataques a los edificios gubernamentales. Uno de los tres
principales partidos de la oposición que dirigían la campaña es el
ultraderechista antisemita Sboboda, cuyo líder Oleh Tyahnybok clama contra la
“mafia judía de Moscú” que controla Ucrania. Pero el senador McCain estaba muy
feliz de compartir estrado con él en Kiev el mes pasado. El partido, que dirige
la ciudad de Lvov, organizó en marzo pasado una marcha de antorchas de 15.000
personas en memoria del líder fascista ucraniano Stepan Bandera, cuyas fuerzas
lucharon con los nazis en la segunda guerra mundial y tomaron parte en las
masacres contra los judíos.
Así que en la semana de la liberación de auschwitz por el
ejercito rojo estaba siendo conmemorado el Día de la memoria del holocausto,
los partidadrios de aquellos que llevaron a cabo el genocidio estaban siendo
aclamados por los políticos occidentales en las calles de Ucrania. Pero Svoboda
está siendo apoyado por grupos incluso más radicales como “Sector Derecho” que
reclama una “revolución nacional” y amenaza con una prolongada guerra de
guerrillas.
No tienen mucho mucho tiempo para la Unión Europea, que
había empujado a Ucrania a firmar un acuerdo de asociación que ofrecía créditos
a cambio de austeridad como parte de una camino de apertura dirigida por
Alemania para las compañías occidentales en Ucrania. Fue el rechazo de Victor
Yanukovich a la opción europea, tras el que Putin ofreción una ayuda de 15.000 millones de dólares lo que
desencadenó las protestas.
Pero los ucranianos están profundamente divididos sobre la
integración europea y las protestas en un eje entre el este y el sur rusófonos
(donde el partido comunista aún tiene un apoyo significativo) y el
tradicionalmente nacionalista oeste de Ucrania. La industria en el este depende
de los mercados rusos y sería destruída por la competencia de la UE:
Es esta falla histórica en el corazón de Ucrania la que
occidente está intentando explotar para reducir la influencia rusa desde 1990,
incluyendo un intento concertado de incluir Ucrania en la OTAN. Los líderes de la
revolución naranja fueron animados a enviar tropas a Irak y Afganistán como
soborno.
La expansión de la
OTAN hacia el este fue parada por la guerra de Georgia de
2008 y la última elección de Yanukovich en una plataforma de no alineamiento.
Pero no hay duda de que el esfuerzo de la
UE por atraer a Ucrania a una conexión más fuerte con la
estrategia militar occidental ha sido expresada hoy por el secretario general
de la OTAN Anders
Fogh Rasmussen, que ha declarado que el pacto abortado con Ucrania podría haber
sido un gran estímulo para la seguridad euroatlántica.
Eso ayuda a explicarse por qué políticos como John Kerry y
William Hague han sido tan fuertes en su condena de la violencia policial en
ucrania, que había dejado ya algunas muertes, mientras que mantenían un
estudiado control en los asesinatos de miles de manifestantes durante el último
golpe de estado en Egipto.
No vamos a confundir a Yanukovich con ningún progresista. Ha
sido apoyado totalmente por oligarcas multimillonarios que tomaron el control
de los recursos y las compañías privatizadas tras la caída de la Unión Soviética, a
la vez que financiaban a políticos de la oposición y manifestantes., Una
interpretación de los problemas del presidente ucraniano es que los oligarcas
habían hecho demasiados favores a un grupo ascendente llamado “la familia”.
Hay indignación por la corrupción y desigualdad. El
estancamiento económico ucraniano y la pobreza han llevado a muchos ucranianos
a las protestas, así como la brutalidad policial. Al igual que Rusia, Ucrania
ha sido empobrecida por la terapia de shock neoliberal y las privatizaciones
masivas de los años postsoviéticos. Más de la mitad de la riqueza del país se
ha perdido en cinco años y será difícil recuperarla.
Pero ninguno de los líderes opositores y de la protesta
ofrecen ninguna alternativa genuina, solo un desafío a la oligarquí que tiene
Ucrania en sus garras. Yanuukovich ha hecho algunas concesiones a los
manifestantes: cesar al primer ministro, invitar a los líderes de la oposición
a ingresar en el gobierno y derogar las leyes antiprotesta aprobadas el mes
pasado.
Si esto calmará o alimentará
la protesta quedará claro pronto. Pero el riesgo de la extensión del
conflicto (algunas figuras políticas han advertido de una guerra civil) es
serio.Hay otros pasos que podrían ayudar a solucionar la crisis: la creación de
una amplia coalición gubernamental, un
referendum sobre las relaciones con la UE, una reforma de un sistema presidencial a uno
parlamentario y una mayor autonomía regional.
La fragmentación de Ucrania no sería un asunto puramente
ucraniano. Junto al emergente desafío de China a la dominación norteamericana de
Asia Oriental, el asunto ucraniano tiene el potencial de atraer poderes ajenos
y llevar a un choque estratégico. Solo los ucranianos pueden vencer esta
crisis. Las interferencias externas son provocativas y peligrosas.
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