Comentario de Serguei Karaganov (ver enlace) sobre la reciente cumbre de la OTAN en Riga, publicado por RIA Novosti el 12-12-2006.
Serguei Karaganov es presidente del Consejo de política exterior y de defensa.
El contenido básico de la cumbre de la OTAN desarrollada a finales de noviembre en Riga, se basó en la necesidad de una nueva estrategia para la OTAN. Su esencia es la concentración en operaciones fuera de su zona tradicional de responsabilidad. Y el objetivo la transformación en una organización que garantice la seguridad y estabilidad internacional, respondiendo a las nuevas demandas de esta seguridad para los intereses de sus miembros. El segundo objetivo no manifestado de este cambio es la obtención de una justificación complementaria de su existencia a ojos de las sociedades y élites de los países miembros, sobre todo en las condiciones actuales en que en los antiguos miembros de la unión crece el cansancio por la ampliación.
El tema principal fue Afganistán. La operación que lleva a cabo allí la OTAN para la estabilización de la situación se está encontrando con serias dificultades. Los antiguos miembros de la alianza, acostumbrados a la vida cómoda bajo la protección norteamericana, no tienen demasiado entusiasmo para enviar tropas, además de poner condiciones a su participación en operaciones militares.
En nuestro país, gracias al tratamiento en los medios de comunicación se pudo crear la sensación de que el principal problema tratado fue la relación con Rusia, además en el sentido más inamistoso para nosotros. Esto no es cierto. En los documentos de la OTAN y en las intervenciones oficiales, las relaciones con Rusia se describieron en tono correcto y constructivo. La cuestión de la participación de la OTAN en la garantía de la seguridad energética fue mencionada tangencialmente, y en las conversaciones de pasillo los representantes oficiales solo hablaron de la protección de los transportes marítimos y conducciones contra atentados terroristas. No se mencionaba a Rusia.
Sólo podemos adivinar los motivos de un tratamiento tan poco adecuado en Rusia. En parte puede ser por pereza. La falta de ganas de leer documentos. Puede ser el deseo de ser interesantes, y las malas noticias siempre llaman más la atención que las buenas. Pero por desgracia parece que los motivos son menos perdonables. Hay gente, tanto entre nosotros como en occidente, que sufren sin la “guerra fría”, y crean enemigos allí donde no los hay. Otro motivo es más moderno. No nos hemos quitado el complejo de inferioridad aparecido hace tiempo y reforzado el último decenio del siglo pasado. De ahí la mezcla de la actual de soberbia excesiva y vértigo por los éxitos con los gritos de pánico de “nos rodean” y “nos presionan”.
Por supuesto no nos rodean, y no nos pueden rodear. Pero las relaciones con occidente se complican rápidamente. Siempre nos han criticado y acusado de “imperialismo”: cuando el régimen soviético poseía una fuerza militar colosal pero se encontraba estratégicamente a la defensiva, se deshacía por dentro, y en la década pasada, cuando el estado casi no existía. Pero el nivel actual de críticas no tiene precedentes en los últimos dos decenios.
En las reuniones de Riga, en las que se reunieron políticos y politólogos que no representaban el punto de vista oficial, el crecimiento del sentimiento antirruso fue evidente. Lo lideraban, por supuesto, los polacos, los bálticos y los representantes georgianos. Sus ataques poco hábiles, ocasionados por fobias seculares, no podían no provocar la sonrisa: era demasiado evidente lo bastos y caricaturescos que eran.
El calentamiento de las críticas e incluso de los ataques contra Rusia sólo se pueden explicar parcialmente por las fobias de los nuevos o por que el disgusto de que Rusia sea más fuerte haya desencantado a aquellos que esperaban que sus deudas y debilidad interna le atarían las manos para largo tiempo, si no para siempre. La competencia rusa provoca un desagrado especial sobre el fondo de las recientes derrotas estadounidenses, el escaso deseo de Europa de jugar un papel global y el creciente sentimiento de su vulnerabilidad, entre otros en el campo energético. Y sobre todo, sobre el fondo de las crecientes divergencias entre la “vieja” Europa y los USA.
Hay aún otra explicación: la decepción real de amplias capas de la gente activa políticamente en Occidente por el desarrollo interno de Rusia. Por lo visto hemos pasado la frontera tras la cual una consolidación conservadora tras el caos se empieza a ver como de carácter reaccionario.
Pero creo que el motivo principal es, de todas formas, el que los USA intentan, utilizando los mecanismos de la OTAN, evitar un mayor alejamiento de Europa de su patrón y defensor transatlántico.
Bastantes de los partidarios de esa postura reclaman una revisión de las relaciones con Rusia, considerando que pueden basarse no solo en la combinación de la colaboración y la competencia sino también en la confrontación. Se intenta hacer de Rusia un enemigo para disciplinar a Europa y convertirla de nuevo en un apoyo de los Estados Unidos.
Precisamente sobre estos motivos se entiende el exótico discurso del senador R. Lugar, pronunciado en una conferencia desarrollada paralelamente a la sesión de la OTAN. Como es bien conocido, llamó a convertir a la OTAN en un instrumento de presión contra los países productores de energía, sobre todo contra Rusia, para excluir el uso por ellos, del “arma energética”. Para ello el senador utilizó una argumentación claramente incorrecta que, teniendo en cuenta su alta profesionalidad, pudo ser hecha pública sólo para ocultar los motivos reales de sus llamamientos.
Entre estos, y por cierto, casi ignorados entre nosotros, las insinuaciones de que se usa la presión contra los inversores extranjeros en el sector energético.
Cierto que las recomendaciones de Lugar en relación a la participación de la OTAN en la garantía de la seguridad energética de Europa sonaron fuerte, pero resultaron vacías, se reducían al llamamiento de utilizar la alianza en caso de interrupción en el transporte de energía para la organización de compensación a los países perjudicados. Según es sabido, tales acuerdos ya existen entre la Unión Europea y Rusia. En caso de interrupción del transporte energético los países y regiones comenzarían a recibir gas a través de la red de gasoductos. Se sabe que esa práctica ya ha sido puesta en práctica.
Es un intento de retirar a la Unión Europea de la esfera de la garantía de la seguridad energética, donde ha jugado un papel importante. Es decir, no se trata tanto de una política antirrusa como de una política antieuropea.
No creo que las recomendaciones de Lugar se lleven a la práctica pues serían un suicidio para Europa Occidental.
Si a pesar de su improbabilidad tales llamamientos se situaran en la base de la nueva estrategia de la OTAN, Rusia deberá, con cualquier régimen y sin fijarse en medios, construir gasoductos hacia oriente, sin exceptuar contratos a largo plazo con los consumidores occidentales. La libertad de acción garantizará la defensa contra los potenciales chantajes político-militares de los consumidores.
Pero en conjunto, la reunión de la OTAN fue neutral en relación a Rusia. Se confirmó la línea de colaboración. Intentaron usar a Rusia como espantapájaros para el restablecimiento de la disciplina y la unidad de la organización. Es poco probable que se consiga este objetivo. Podrá convertirse en realista si les hacemos el juego y nos transformamos a nosotros mismos en un espantapájaros.
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