Publicado por Nezavisimaya gazeta el 21-10-2005
Ayer se dio en Georgia la más sonada de las dimisiones desde la revolución de las rosas. El parlamento aceptó el decreto del presidente para destituir a Salome Zurashvilli del cargo de ministra de asuntos exteriores. A las pocas horas el presidente nombraba para el cargo al anterior secretario del Consejo Nacional de Seguridad Guelu Vezhuashvilli. El presidente también comunicó que sus simpatías estaban del lado de su antigua colega revolucionaria, la presidente del parlamento Nino Burdzhanadze. El conflicto entre Burdzhanadze y Zurabishvilli se hizo visible ya en primavera, cuando el parlamento acusó a la minsitra de intolerable arrogancia, y menosprecio hacia el poder legislativo del país. La historia se completó en octubre: los diputados concretaron sus quejas hacia la "francesa" Zurabishvili, acusándola de menosprecio a la presidenta del parlamento. El presidente Saakashvili prefirió ponerse del lado de Burdzhnadze. Lo ratificó con su decreto de cambio de ministro de asuntos exteriores. Parece ser que para la propia Salome Zurabishvilli no supuso una gran sorpresa. Es una mujer fuerte y conoce su valor. Ya en abril, en una entrevista a Nezavisimaya gazeta, al contestar a una pregunta de qué había cambiado en el ministerio de exteriores de Georgia tras su llegada, contestó sin falsa modestia: "ha cambiado mucho, entre otras cosas ahora en Georgia hay un ministro de asuntos exteriores fuerte". Por supuesto no le pilló de sorpresa la destitución. Pero parece que no estaba dispuesta a irse sin lucha. Ya el miércoles por la tarde en una emisión en directo por el canal de televisión "Rustavi-2" pareció despedirse. Rechazó contestar a las preguntas de los periodistas y prefirió dirigirse directamente a los espectadores. La intervención tuvo tintes de escándalo.
Sin conocer, o haciendo ver que no conocía, la decisión presidencial de su destitución, habló de "la agonía del régimen comunista", que intentaba desviar a Georgia del camino del desarrollo democrático. Habló de "miles de llamadas telefónicas" al ministerio para apoyarle. Zurabishvili llamó a los representantes sociales, políticos y a todo el mundo a apoyarla, y reunirse el jueves por la tarde en el hipódromo de Tbilisi. "No estoy llamando a la revolución, en Georgia no debe haber más revoluciones. Llamo a fijar posiciones" - dijo. Denominó al conflicto que mantenía con el parlamento “acoso” político, y calificó a sus opositores en el parlamento como gente poco inteligente y codiciosa, con una ambición sin medida, de la que “los electores deben salvar a Georgia”. “La solución la resolverá una disolución del parlamento y unas elecciones anticipadas, que se desarrollen exclusivamente por el sistema mayoritario para que la gente pueda votar por personas concretas y conocidas. Esto prevendría de una llegada al parlamento de que la mayoría de los diputados sean desconocidos”, - dijo. Zurabishvilli comunicó que en caso de que fuera destituida no abandonaría Georgia, lo que había hecho saber al presidente de Francia Jacques Chirac, que había aceptado que ella, ciudadana francesa, se convirtiera hace un año en ministra de asuntos exteriores de Georgia y siguiera al mismo tiempo recibiendo su sueldo de Francia.
La ya ex ministra rechazó las acusaciones de los diputados, y sólo reconoció un error en su trabajo: “Debería haber cambiado todos los jefes de las misiones diplomáticas georgianas en el extranjero y haber nombrado nuevos, porque la mayoría de nuestros embajadores son corruptos, protegen negocios privados y practican el nepotismo.
Poco antes de la aparición de Zurabshvili por televisión, el primer ministro Zurab Nogaideli, que había tenido que aplazar su viaje a los Estados Unidos, se encontró con los diputados. Pero no pudo apagar el fuego del escándalo. Ayer por la mañana en el aeropuerto de Tbilisi, poco antes de volar a América, Nogaideli dijo a los periodistas que la intervención de Zurabishvili no había hecho más que confirmar la decisión de su destitución. “Es cierto que no influyó en la decisión, que ya estaba tomada antes de su aparición ante las cámaras” - dijo el primer ministro.
Entre los diputados que habían exigido la dimisión de Zurabishvili se oyeros las mayores críticas: “No podía imaginarme que los problemas del trabajo pudieran afectar de esa manera al equilibrio emocional de una persona”, dijo el miembro del partido presidencial “Movimiento Nacional Unido”, Guiga Bokeria. La mayor parte de la oposición tampoco se mostraba entusiasmada con la intervención de Zurabishvili. A esar de reconocer que tenía razón en sus valoracioens, añadían que la exministra había “patinado” un poco. “Estamos de acuerdo con ella en la necesidad de unas elecciones anticipadas por el sistema mayoritario” – considera uno de los líderes de la “Nueva derecha”, Pikriya Chijradze.
Uno de los líderes del opositor Partido Republicano”, el diputado Ivlian Jaindrava, considera que la destitución de Zurabishvili era totalmente previsible, ya que un ataque así contra un ministro clave no podía ser iniciado sin el consentimiento del presidente Saakashvili. “La retirada de la ministra de exteriores refuerza la deriva pronorteamericana de Georgia, debilita el vector de acercamiento a Europa que defendía Zurabishvili”, - dijo Jaindrava a nuestro periódico. Este diputado considera poco claro el futuro político de Zurabishvili en Georgia, ya que, en su opinión, la exministra conoce poco las particularidades de la política interna georgiana.
El experto del Instituto de la paz y desarrollo de la democracia del Caúcaso, Paata Zakareishvili considera que la destitución de Zurabishvili es una confirmación más de la incompetente política de cuadros del poder actual. “Se valora principalmente la lealtad, y no la profesionalidad o la competencia. Salomew Zurabishvili probablemente no sea la ministra ideal, pero tiene un muy alto nivel profesional. Sin embargo para el poder actual esto no es importante, y solo han intentado mantener la unidad de su equipo”, dijo a Nezavisimaya gazeta.
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