Uno se puede hacer un montón de preguntas inteligentes o semiinteligentes en relación a la actual situación en Ucrania:¿formarán los orangistas una auténtica coalición? Si lo hacen, ¿cuánto durará? ¿será Ucrania absorbida en la OTAN contra los deseos de la mayoría de la población? ¿podrá Ucrania pagar el gas a Rusia? Si no puede, ¿seguirá amenazando el abastecimiento regular de gas a Europa?
Sin embargo, hay una falacia semántica básica en el uso de la palabra Ucrania en el debate sobre estos y otros temas. Cuando los políticos y periodistas occidentales usan el término “Ucrania” piensan en los que ellos tienen en mente para el juramento de fidelidad a la bandera de los Estados Unidos: “una nación, indivisible, con libertad y justicia para todos”. Olvidémonos de la “libertad y justicia para todos” por ahora, una quimera incluso en el país que produjo la fórmula. Lo más importante es ¿hay “una nación, indivisible” en Ucrania?
La respuesta es obvia. Hay una línea geográfico-política que divide el oeste del sur y este; la línea de separación económica divide la zona industrial, tecnológicamente avanzada y con recursos naturales del este, que es donante económica de quien es receptor, la Ucrania occidental, cuya principal industria es la producción de un nacionalismo rabioso de estilo nazi y esclavas sexuales para la exportación; la linea de separación idiomática coincide con la geográfico-político-económica (aunque la capital, Kiev, sigue siendo una ciudad rusohablante); la línea de separación religiosa, con la población dividida entre la occidental iglesia uniata, la iglesia ortodoxa ucraniana autocéfala y una legión de organizaciones religiosas que aspiran a la autocefalia, y la iglesi ortodoxa rusa bajo jurisdicción del patriarcado de Moscú; la línea de separación social que separa las masas de las élites, las fisuras étnicas, etc.
Estas son las rupturas principales, que no amenazan simplemente a la integridad del país, sino que lo han reducido, de hecho, a la posición de un estado fallido en el que regiones enteras, como Dnepropetrovsk han quedado sin ningún gobierno aparte del de los clanes en lucha, donde los parlamentarios que llegan a investigar algo son simplemente golpeados por los guardaespaldas de sus oponentes.
Los estudiosos a los que les guste coleccionar absurdos históricos harán natar sardónicamente que Occidente, el archienemigo del comunismo y de las actuaciones del más grande de los ogros comunistas, Stalin, está haciendo ahora todo lo posible por conservar y perpetuar uno de los más diabólicos trabajos de Stalian. Ucrania es uno de los más valiosos.
La República Soviética Socialista de Ucrania fue, bajo órdenes de Stalin, ampliada hasta los límites actuales mediante la generosa ampliación con áreas (llamadas Novorossia, Nueva Rusia – en el siglo XVIII era realimente nueva) que nunca, ni lingüísticamente ni en ningún otro sentido, habían formado parte de Malorossiya, la “Pequeña Rusia”; Jruschev dio los toques finales mediante el absurdo de transferir la totalmente rusa Crimen a la jurisdicción de Ucrania. (La situación era similar a la de los distritos administrativos de Moscú, donde la división entre distritos se había realizado por el curioso principio de su dependencia del número de miembros del partido residentes en el distrito). La ampliación de la República de Ucrania tenía al parecer el mismo objetivo: tener una organización del partido amplia y poderosa para dirigir la satrapía.
La idea detrás de esta arbitraria delimitación de fronteras, pasando grandes pedazos de territorio de una república a otras era simple: con estas adiciones a la Malorossiya prerrevolucionaria, Ucrania sólo podría existir dentro de un estado como la URSS, que era visto como una especie de Reich para mil años. Desaparecida esta condición, Ucrania fracasaría, fuesen cuales fuesen los sueños de los nacionalistas.
Este pasado invierno se vio cuál sería la forma inevitable de la desintegración. Una jubilosa Timoshenko, aún no confirmada como primera ministra anunció: “todos los acuerdos para el abastecimiento de gas a Ucrania serán revisados profundamente, para construir una relación amistosa en las nuevas relaciones contractuales con Rusia y Turkmenistán”. Turkmenistán ya ha declarado que quiere un amistoso aumento del precio del 30%. Gazprom, de una manera totalmente amistosa, incrementa el precio del gas en todos los frentes, incluido a la amistosa Bielorrusia. No está claro cómo la sra. Timoshenko va a conseguir llevar a cabo su promesa de pagar menos, salvo que vuelva al método ya probado y testado de robar de los gasoductos de tránsito a Europa. Los receptores del gas ruso en Europa deberían controlar bien los medidores del paso de su gas, por el cuál han pagado, a través del territorio ucraniano, en vez de darse gusto en su retórica acerca de la poca fiabilidad de Rusia como proveedor de gas.
Alternativamente la sra. Timoshenko puede confiar en la promesa del embajador USA en Ucrania, William Taylor Jr, de ayudar a Ucrania si revisa los acuerdos del gas con Rusia. No está claro, sin embargo, qué forma tomará la ayuda prometida por el embajador. ¿Subvencionarán los EEUU la economía ucraniana con 3-5 billones de dólares al año, como Rusia lo hace desde hace mucho tiempo? ¿la ayuda será indefinida?, ¿están los EEUU preparados para ampliar la ayuda en un marco de crecimiento constante de los precios del gas y petróleo? ¿o se trata de alguna ayuda política, como boicotear la cumbre del G8 de julio en San Petersburgo, para presionar a Rusia, como sugieren algunas cabezas calientes del capitolio?
También está la opción de la OTAN, por supuesto. Los USA quieren a Ucrania en la OTAN para 2008 como muy tarde. He intentado encontrar un sistema para desintegrar Ucrania en el plazo más rápido posible y no he encontrado uno mejor que meter a Ucrania en la OTAN. Como dijo hace poco un portavoz del parlamento ucraniano, “este será el último “stabilizets” (juego de palabras que mezcla “stabilization” y “konets” (fin)).
3 comentarios:
La cosa esta un poco "rara" parece que habra un presidente pro-occidental y a favor de la OTAN y un primer ministro pro-ruso y contrario a la OTAN, ¿podra resistir el pais tanta contradiccion? ¿a ver como nos cuentan luego la milonga de la legitimación democratica de uno frente al otro?
Ciertamente. Yo no daba un duro por el anunciado gobierno de Yulia Timoshenko. Pero tampoco esperaba que las cosas se desarrollaran tan rapidamente. Y tampoco las tengo todas conmigo de que el gobierno de Yanukovich llegue a buen puerto. Entre otras cosas porque a los norteamericanos, que son los que hoy día dirigen el país, no les gusta nada lo sucedido, ya que iban lanzados. SI tuviera que apostar, diría que se repetirán las elecciones legislativas. Pero veremos, porque puede pasar cualquier cosa.
Desde luego, estos chicos de Kíev nunca decepcionan. Cualquier proyección objetiva de los hechos, cuando se trata de Ucrania, puede mutar en especulación a las 24 horas. Honestamente, no me etrevo ni a respirar.
Publicar un comentario