Artículo de Andranik Migranyan, publicado en Izvestia el 16 de mayo de 2006.
Peca de acrítico con el partido del poder, pero la tesis principal es una evidenca que no se ve jamás en la prensa de aquí.
En los últimos quince años hemos sido testigos del doloroso establecimiento del nuevo sistema político ruso. El proceso es doloroso, con pérdidas y caídas, porque al país le faltaba una tradición democrática continuada, una cultura horizontal de influencias entre grupos de intereses, no había una tradición de compromiso político, la lucha se llevaba hasta la destrucción total.
Pero durante la presidencia de Vladimir Putin ha aparecido el vector dominante del desarrollo de Rusia es la unión de la identidad nacional-estatal y la cultural. Se están estableciendo institutos democráticos, y están creciendo las interacciones entre los nacientes grupos de intereses. Se está estructurando un sistema multipartidista. Evidentemente, el camino europeo de desarrollo, con sus valores y herencias culturales, es básico para el gobierno ruso. Desde este punto de vista hay que contemplar la idea de la democracia soberana en Rusia, de la cual hablan el presidente y otros líderes políticos. Rusia está creando un modelo de democracia, incluso al modelo ideal de democracia que es universal en la mayoría de los países occidentales, estos llegaron por distintas vías. Encontrándose al comienzo del camino de establecimiento de las instituciones políticas democráticas y de economía de mercado, Rusia repite a veces lo que ya pasaron los países occidentales, y a veces lo hace por otro camino diferente.
Entre las particularidades a las cuales prestan atención los críticos del sistema político ruso, notemos la fundación de un fuerte partido de orientación centrista, llamado a cementar el sistema político. Muchos piensan que es una base antidemocrática el poder ejecutivo de “Rusia Unida” y la idea del dominio de este partido para los próximos 10-20 años. Por cierto, prácticamente todas las democracias contemporáneas han pasado por esto. En Gran Bretaña existían formalmente los whigs y los tories, pero de hecho había un solo partido de la clase dominante, que dirigía el proceso político durante siglos. Los padres fundadores de los Estados Unidos estaban en contra del multipartidismo, temían que los partidos provocaran conflictos y dividieran al país en partes. Durante mucho tiempo en los USA, de hecho existía un solo partido, el federalista, bastante más tarde se formó el partido demócrata, y sólo varias décadas más tarde el republicano. Sin hablar de la experiencia de Italia, Japón, Suecia, en que tras siros conflictos y cambios en la sociedad fue necesario garantizar la estabilidad y predictibilidad. Durante muchos años fueron los mismos partidos los que se conviertieron en el fundamento del poder ejecutivo en el parlamento. Ha sucedido así tanto en repúblicas parlamentarias como en presidencialistas. La formación del partido gaullista en Francia, que ha dominado durante décadas, permitió a Francia salir de una serie de crisis políticas, convertirse en uno de los países más desarrollados de Europa y de los más importantes de la política mundial.
En las nuevas democracias, surgidas de las tinieblas del totalitarismo, el gran número de partidos políticos es una amenaza de caos. Para conservar la estabilidad y garantizar la formación de una cultura política se necesita la exclusión del proceso político, o la marginación de las fuerzas más radicales. Es necesario permitir que la clase política logre dominar el arte de los compromisos políticos, del acuerdo de intereses. Esto se da en “Rusia Unida”. Las fuerzas políticas en su interior trabajan no para destruirse unas a otras, tienen distintos intereses y, a pesar de ello se encuentran reunidos en un mismo partido.
Esta es la lógica del desarrollo de las instituciones políticas democráticas. Los intentos de acelerar el proceso, apelando a los modelos ideales de la democracia en occidente, están faltos de base. La democracia es el único sistema político que no se puede imponer desde fuera. Deben madurar las condiciones internas para su funcionamiento eficaz. No pueden resignarse a ello las fuerzas políticas que han sido apartadas del poder político e ideológico dominante en la sociedad. Al intentar desestabilizar la situación política, los oligarcas y su cobertura ideológica (los radical-liberales y los nacional-patriotas más extremos) esperan volver a las posiciones perdidas.
El desarrollo de la democracia, su defensa de las influencias destructoras de las fuerzas radicales, son el objetivo más importante para la clase política responsable de Rusia.
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