El 21 de octubre intervino en la universidad de Tashkent el ministro de asuntos exteriores ruso Serguei Lavrov, en unas jornadas sobre las "revoluciones floridas". Lavrov expresó su opinión de que los movimientos revolucionarios en el espacio de la CEI han traído consecuencias destructivas en su más amplio sentido. En particular, las consecuencias negativas se han hecho notar en la economía de los países en los que se han desarrollado dichas revoluciones. Evidentemente, al hablar de las consecuencias destructivas en la CEI el ministro Lavrov no se refería solo a los "países revolucionarios" sino a la CEI en conjunto. En este artículo haremos referencia tan sólo a las consecuencias económicas, más cuando Lavrov puso el especial acento en la influencia negativa de las revoluciones en la economía.
Los argumentos del ministro de exteriores eran los siguientes. Las conmociones revolucionarias, en su opinión, han añadido inseguridad. En palabras suyas, "han afectado a las posibilidades de resolver los problemas socio-económicos, lo que solo se puede conseguir sobre la base de un crecimiento económico". "La economía, como es sabido, no soporta la inestabilidad. Por eso valoramos lo que hemos logrado, por cierto, con gran trabajo y muchas víctimas", subrayó Lavrov.
El ministro de exteriores ruso, como se ha reflejado más arriba, dijo estas palabras en Tashkent, capital de Uzbekistán. Los sucesos de Andizhan produjeron una fuerte impresión en el gobierno uzbeko, que no quiso esperar a que los desórdenes se extendieran por todo el país, como había sucedido en Kirguizia, y tomaron la decisión de acabar con la revuelta. Como resultado murió gente, entre ellos inocentes, lo que no sorprende en medio de desórdenes masivos, cuyos instigadores y participantes estaban armados, pero se pudo controlar la situación y mantener la estabilidad política.
Teniendo en cuenta lo anterior, las palabras del ministro Lavrov se escucharon en Tashkent con comprensión. Sin embargo tales palabras difícilmente se habrían podido pronunciar en Kiev o Tblisi, y si se hubieran pronunciado habrían sido tomadas por poco adecuadas. En Bishkek tampoco habrían sido adecuadas, pero por otros motivos. Como dice el refrán, no se debe nombrar la soga en la casa del ahorcado. Pero escuchemos a la parte contraria, es decir a los dirigentes de los países en los que se han desarrollado las "revoluciones floridas". En Georgia sucedió hace ya dos años, y en Ucrania hace uno. Un plazo suficiente para valorar los resultados obtenidos.
Las revoluciones del espacio postsoviético no son sin duda un hecho habitual. De ahí la poca humildad en las comparaciones. Por ejemplo el líder de la revolución naranja, Víctor Yuschenko, comparó los sucesos de finales del año pasado con la disolución de la Unión Soviética y la caída del muro de Berlín. "No ha habido nada parecido en cien años. Lo comparable con la disolución de la URSS o la caída del muro de Berlín", dijo a Reuters. Los líderes kirguizos prefieren evitar tales comparaciones, u es comprensible, si tenemos en cuenta lo poco refinada que fue la "revolución de los tulipanes". Otro caso es el del líder "rosado" Mijaíl Saakashvili.
Cuando habla el presidente georgiano da la impresión de que sus palabras no son un gesto cuando tienes malas cartas, sino que cree realmente en lo que dice. "Nuestra revolución de las rosas inspiró a los patriotas de Ucrania y llevó la revolución a ese país. Inspiró al Oriente Medio, Asia Central y Kirguizia. Nuestro ejemplo dirige la lucha por la libertad en Bielorrusia", dijo totalmente en serio Saakashvili en su discurso a las fuerzas armadas en el desfile del día de la independencia. Y cada vez más: "Por suestra iniciativa ha comenzado un nuevo proceso de Yalta. En su momento Yalta dividió a Europa en zonas de influencia. Ahora podemos crear una nueva unión de estados democráticos de la cuenca del mar Negro que será ejemplo para el desarrollo democrático de todo el espacio postimperial",- siguió Saakashvili.
Como se ve, ambos estadistas-revolucionarios piensan a lo grande. Por cierto, si escuchamos los discursos de ambos, queda claro que ambos están en la misma onda. Ambos se ocupan más de los problemas globales y no les gusta demasiado hablar de minucias como la situación económica de sus respectivos países. Se entiende en el caso de Saakashvili, pero Yuschenko, si no me equivoco fue "el mejor banquero" del año no sé cuál. Es decir, como si el propio Dios le hubiera colocado ahí para ocuparse de los que sabe. Tanto más cuando el candidato Yuschenko prometió en la Maidan muchas cosas interesantes en el plano económico, por ejemplo 5 (cinco) millones de puestos de trabajo.
Recordemos ahora las palabras de Serguei Lavrov y fijémonos en los logros de los revolucionarios. En relación con Kirguizia tengamos piedad. Por varios motivos. Desde la revolución de los tulipanes no ha pasado tanto tiempo, la propia revolución tomó forma de desórdenes generalizados, los líderes kirguizios no se han hecho pasar por expertos economistas. Es decir, ahí no podemos esperar demasiados logros. Tan solo recordemos que en el último año antes de la revolución el país tuvo un crecimiento económico del 6%, y no había ninguna base para que se detuviera tal tendencia en condiciones de estabilidad política.
La situación económica de Georgia atrae más el interés. Esta soleada república fue la primera de la CEI en la que se produjo la revolución. Alguno puede decir que es un dudoso honor, pero la dirección georgiana se enorgullece de ello. Año y medio después expertos económicos que simpatizan con el presidente hablan de impresionantes éxitos económicos en la república. En parte gracias a la eliminación de la economía sumergida ha conseguido doblar (!) el PIB del país.
Las estadísticas de 2004 son accesibles y podemos confirmar esta aseveración. Si esta duplicación del PIB fuese verdadera, el crecimiento habría sido del 100%. En lugar de eso, el crecimiento real del PIB fue del 9,5%. La cifra por sí misma no es pequeña, pero, en primer lugar es diez veces menor que el anunciado, en segundo lugar la base para la comparación es realmente humilde. Teniendo en cuenta la paridad del poder de compra, el PIB por habitante de Georgia en 2004 era de 3100 dólares (fuente: CIA). En comparación, el mismo dato para Kazajstán era de 7800 dólares, en Bielorrusia de 6800, en Ucrania de 6300, en Rusia de 9800. Es decir, que la duplicación del PIB en la Georgia post-revolucionaria es un engaño.
Pero el caso más representativo, sin duda, es el ucraniano. En los últimos años la tendencia ha sido la siguiente: el PIB ucraniano por habitante en el período 1999-2002 (época en la que fueron primeros ministros Victor Yuschenko y después Anatoli Kinaj) era la mitad que el ruso. Por diversos motivos la situación cambió en los años 2003 y 2004 (con Victor Yanukovich como primer ministro).En 2003 Ucrania tuvo un crecimiento del 9%, y en 2004 del 12%. Como resultado la relación entre el PIB por habitante de Rusia sobre el de Ucrania paso de ser el doble a 1,5 veces mayor.
Pero entonces entró la Maidan en la economía ucraniana. Se nombró primer ministro a la "mujer de la trenza". Los resultados son evidentes. Los indicadores del crecimiento económico de Ucrania disminuyen de mes en mes, y en agosto fueron negativos. A comienzos de octubre el secretario del Consejo Nacional de Seguridad y Defensa de Ucrania, Anatoli Kinaj, reconoció que en Ucrania el PIB ha disminuido un 10,8% en relación con el del año pasado, ha disminuido el saldo del comercio exterior, hay un descuadre del balance de las exportaciones y las importaciones a favor de las últimas. Como resultado, según los datos oficiales el crecimiento medio real en el periodo enero-octubre de este año ha sido de un 2,8% (el año pasado, para este mismo periodo, fue de más de un 12%). Los millones recibidos por la privatización de Krivorozhtal permiten tapar agujeros del presupuesto, pero no mejoran los datos macroeconómicos. Por un lado se puede culpar de todo (y con justicia) a la destituida Timoshenko. Pero por otro lado, ¿a dónde estaba mirando "el mejor banquero"?
Como hemos visto, ni a Saakashvili ni a Yuschenko les gusta hablar de sus éxitos económicos, pero les encanta explayarse en otros temas. Así, en el mismo desfile de la independencia el presidente georgiano citó como un "gran éxito" en la arena internacional el que bajo la presidencia georgiana la organización GUAM (Georgia, Ucrania, Azerbaiyán, Moldavia) se ha convertido en una unión de países democráticos y al mismo tiempo un arco de democracia y estabilidad.
Tal audaz aseveración se puede poner en serias dudas. Hace algunos años el "cordón sanitario" entre Rusia y Occidente se encontraba entre Polonia y las repúblicas bálticas. Ahora ese búfer "inamistoso" se ha extendido por algunos países de la CEI. De las tendencias en la economía de esos países hemos hablado suficientemente, y la estabilidad a largo plazo en países con una situación económica mala es algo complicado. En lo que se refiere a la democracia en estos regímenes revolucionarios, la visión que tiene la oposición de estos países es diferente a la del poder. En suma, un desastre económico junto con unos dudosos logros en la esfera política. En lugar de un “arco de democracia y estabilidad” hay un arco de inestabilidad, rusofobia y debilidad económica. Como se dice en Odessa, "¿qué habéis sacado de esto?”
Alexei Kovalev
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