Los legisladores y el gobierno ruso han sido ampliamente criticados por sus esfuerzos de restringir las operaciones de las ONG financiadas desde el extranjero. Aunque los críticos tienen razón en que la legislación es torpe, oscura y finalmente contraproducente, se equivocan en que no está justificada. Las restricciones a las ONG son, al menos en parte, un reflejo del hecho de que las ONG se han restringido su propia actividad durante años. Estas ONG han socavado su propia misión y fallado a aquellos a los que dicen servir. La legislación rusa es, para decir algo, un reconocimiento frustrado y tardío de ese fallo.
La legislación requeriría de las ONG extranjeras en Rusia que se volviesen a registrar como organizaciones rusas, sujetas a un mayor control legal y financiero. Aunque esta legislación puede afectar a unas 450000 organizaciones extranjeras que operan en Rusia, los críticos dicen que su objetivo son los grupos que buscar reforzar la democracia y los derechos humanos. El Kremlin, dicen, está preocupado por el apoyo financiero occidental la las revoluciones de colores en Georgia y Ucrania, y porque la estrategia occidental puede repetirse pronto en Rusia contra los líderes actuales. En mayo, por ejemplo, el jefe del FSB acusó a los Estados Unidos y a otros países occidentales de usar las ONG para espiar a Rusia y para fomentar levantamientos en las antiguas repúblicas soviéticas.
Los críticos mantienen también que esta legislación es un intento de silenciar a las organizaciones de derechos humanos que han hecho públicos los abusos rusos en el Cáucaso Norte. El pasado verano, en un encuentro con expertos en derechos humanos en el Kremlin, el presidente Putin dijo que Rusia no puede permitir que organizaciones extranjeras financien actividades políticas rusas. El proyecto de ley actual permitiría acciones legales contra grupos tales como la Sociedad de amistas ruso-chechena, que es financiada por los Estados Unidos y Europa. En un artículo de Associated Press del 23 de noviembre Holly Cartner, director de la organización de derechos humanos norteamericana Human Rights Watch declaró: “el propósito expreso de esta ley es castrar a las ONG”.
Desgraciadamente, grupos como Amnistía Internacional, Médicos sin Fronteras, y especialmente Human Rights Watch hace tiempo que “castraron” a sus filiales en Rusia. Entre 1997 y 1999 estas tres organizaciones, y todos los demás grupos de derechos humanos, abandonaron el Cáucaso Norte. Lo hicieron así porque tenían miedo de la industria del secuestro que se desarrollaba en la entonces de facto independiente Chechenia. Esta industria se cebaba en los extranjeros, por los grandes beneficios que generaban, pero también era responsable de secuestros, torturas, asesinatos y esclavizamientos de miles de habitantes locales de ambos sexos y de todas las edades. Irónicamente ( y terriblemente) toda el personal internacional y de las organizaciones de derechos humanos abandonó el Cáucaso Norte a causa de las violaciones masivas de derechos humanos que estaban ocurriendo en la región. Abandonaron, por tanto, a la población de esta zona, a sufrir estos abusos en silencio, invisiblemente y en solitario. Las organizaciones de derechos humanos no solo fallaron porque no hicieron frente a las violaciones masivas de los derechos humanos que sufrió la población durante estos años. Fallaron también porque no informaron de estos abusos a la comunidad internacional, y no explicaron que estos abusos eran el motivo de que hubiesen abandonado la zona. Al ser uno de los pocos occidentales que visitó regularmente la zona durante los últimos años 90, yo era un testigo presencial de los abusos que la población tuvo que sufrir y que las organizaciones de derechos humanos pasaron por alto.
En agosto y septiembre de 1999 la república rusa de Daguestán fue invadida dos veces desde Chechenia por unos 2000 guerrilleros. Muchos civiles fueron asesinados, pequeños grupos etnolingüísticos se vieron amenazados de extinción y 32000 personas perdieron sus hogares para el durante el duro invierno que siguió. Ni una sola organización internacional se ocupó de ayudar a esta gente. No fue hasta el abril siguiente que la oficina para los refugiados de la ONU en Moscú envió un cargamento de comida y otra ayuda a los refugiados de Daguestán. Aunque estos refugiados permanecieron dos años más sin casas, ninguna organización internacional habló de ellos. En otoño de 2000, la alta comisionada de la ONU para los refugiados, Mary Robinson, canceló una visita prevista a los refugiados de Daguestán en la frontera con Chechenia, pero encontró tiempo en el mismo viaje para visitar Grozni y hablar constantemente de los abusos rusos.
Tras las invasiones de Daguestán, las tropas federales rusas entraron en Chechenia y empezaron a desmantelar el comercio de esclavos. Solo entonces la ayuda internacional y las organizaciones de derechos humanos se sintieron seguras para seguir la estela de las tropas rusas. Cuando llegaron al terreno estas organizaciones no investigaron, documentaron no publicaron los abusos masivos cometidos en la región durante los años de su ausencia. En su lugar, documentaron y publicaron los abusos masivos cometidos por las tropas rusas. Estos informes eludían mencionar que los abusos sobre los derechos humanos habían sido tan enormes que las propias organizaciones de derechos humanos habían decidido abandonar el terreno hasta que el ejército ruso volvió para reducir estos abusos y conseguir que la región fuera lo suficientemente segura para que pudieran volver las organizaciones de derechos humanos.
Las organizaciones de derechos humanos hicieron un gran servicio cuando informaron de los abusos cometidos por el ejército ruso, pero cometieron una gran falta cuando no pusieron esta situación en el contexto de los abusos que se habían cometido durante largos años por la otra parte. Por poner solo un ejemplo entre miles, ni una sola organización de derechos humanos ha investigado o ha hecho pública información sobre los dos mercados de esclavos que funcionaban en Chechenia (en Grozni y en Urus Martan) en los que se había vendido a centenares de ciudadanos rusos antes de la invasión de Chechenia en 1999. Este tipo de información habría sido necesaria, no porque fuese una justificación para abusos rusos, sino porque habría ayudado al mundo a entender que la intervención rusa fue necesaria para frenar los abusos, y porque nos habría ayudado a encontrar un camino honesto hacia la verdad y la justicia en la región.
En 1999, cuando los periodistas y las organizaciones de derechos humanos volvieron al Cáucaso Norte a la estela del ejército ruso hubo una clara elección entre dos caminos morales. Por un lado había un camino de verdad y justicia, que habría requerido una presentación más equilibrada por parte de las organizaciones de derechos humanos y los periodistas occidentales. Este camino habría contribuido a una respuesta internacional informada y realista, que habría posibilitado una mayor influencia de la comunidad internacional en la política rusa en la región, y finalmente reducir los abusos rusos en la región. En lugar de esto, las organizaciones occidentales y los periodistas dirigieron a la comunidad internacional por un camino sesgado de medias verdades, exageraciones e histeria, que hizo que los rusos diesen la espalda a occidente, se reforzara la línea dura en Rusia y como consecuencia disminuyera el respeto por los derechos humanos en el Cáucaso y se desacreditaran las organizaciones rusas de derechos humanos. No podemos saber cómo se habrían desarrollado los acontecimientos si los informes sobre la región hubieran sido más objetivos, pero lo que es seguro es que no habría sido peor. Se podría decir los informes de Human Rights Watch eran los menos objetivos, como ilustra por otra parte la descarada histeria de la última queja de Ms. Cartner
Al contrario de lo que dice Ms. Cartner, las organizaciones internacionales de derechos humanos se “castraron” a sí mismas cuando abandonaron al pueblo de la región en 1997. Desde entonces está claro, al menos en lo referente al Cáucaso Norte, que su agenda solo periféricamente está relacionada con los derechos humanos. Estos grupos han fracasado en contar la verdad al mundo sobre lo que había sucedido en el Cáucaso Norte por que sus agendas eran implícita y autodestructivamente ideológicas. Se vieron autoinconscientemente inmersas en un montaje que debía presentar a Rusia no como el villano que ha sido algunas veces sino como una monstruosidad mecánica, monocromática e irremediablemente agresiva. Es conveniente para algunas organizaciones de derechos humanos occidentales presentar al Kremlin como el malvado, porque les da más apariciones en la prensa y les permite recaudar más fondos.
¿Quién va a dudar de ello? Toda nuestra vida se nos ha repetido que el Kremlin es malvado, que eso es lo que se nos dice hoy día. Ninguno de los muchos artículos sobre las restricciones a las ONG que se han publicado ha indicado ninguna de las reflexiones que he expuesto. Ni un solo medio de prensa USA ha publicado ninguna de estas consideraciones.
La dura realidad es que organizaciones internacionales como HRW, AI o MSF se limitaron a sí mismas hace años cuando sacrificaron su misión como árbitros morales neutrales para perseguir una agenda ideológica estrecha y parcial. Se limitan a sí mismos cuando, en vez de informar de todos los aspectos de la historia, solo informan de una. La próxima legislación es poco más que un reconocimiento tardío de su autolimitación.
La defensa habitual de las organizaciones de derechos humanos es que sólo controlan a los estados, y que por eso no ejercen control sobre lo que no son los estados. Desde que la industria del secuestro en Chechenia era perpetrada por gangsters criminales, desde que aquellos que invadieron Daguestán actuaban en nombre de un estado, del argumento se deduce que los grupos de derechos humanos hacen la vista gorda de estos abusos. Por supuesto, ignoran el hecho de que Shamil Basaev, que dirigió la invasión de Daguestán solo había dejado su puesto de dirigente en el gobierno checheno unos meses antes. Pero ese es menor de los problemas del argumento. Un problema mayor es que alguien parece olvidar que el hecho de que actuantes que no son estados son capaces de masivas violaciones de derechos humanos quedó definitivamente claro el 11 de septiembre de 2001.
El problema mayor es que grupos como HRW y AI, que intentan hacer la distinción entre estados y no estados han condenado repetidamente al gobierno norteamericano por hacer la misma distinción en las detenciones de “combatientes enemigos”. Según AI y HRW el gobierno norteamericano no tiene razón cuando diferencia entre actuantes gubernamentales y no gubernamentales en su política de detenciones, pero ellos, AI y HRW, sí tienen derecho a distinguir entre actuantes gubernamentales y no gubernamentales para explicar por qué no investigan o documentan, no hablemos de condenar, violaciones de derechos humanos cometidas contra ciudadanos rusos cometidas por estructuras no-gubernamentales en el Caúcaso Norte entre 1997 y 1999. Esta evidente hipocresía ha privado a AI y HRW de cualquier autoridad moral que podrían haber utilizado en su favor y en favor de las minorías en Rusia. La verdad es que estas organizaciones, en palabras de Ms. Cartner, se ha capado a sí mismas.
Pero la verdadera tragedia es que los derechos humanos están ahora sometidos a un mayor peligro que nunca en el Cáucaso Norte. La gente de la región necesita desesperadamente la ayuda de organizaciones de derechos humanos con auténtica autoridad moral. Ciertamente no todas las ONG son culpables de los mismos excesos que AI y HRW, y muchas de ellas hacen un gran trabajo en circunstancias difíciles. Pero parece que los peores son siempre los que hablan más alto y con más parcialidad, y han castrado a todos los demás. De esa manera han hecho un tremendo daño al pueblo al que dicen ayudar.
Los grupos como AI y HRW nunca se han preocupado de verdad por la población del Cáucaso Norte. Si así fuera no habrían abandonado la región. Al menos habrían dejado que el mundo supiera por qué abandonaron la región, y cuando volvieron habrían informado de lo sucedido mientras no estaban allí.
¿Y qué pasa con las organizaciones que promueven la democracia en Rusia? Al igual que con los derechos humanos es evidente que la gente del Cáucaso Norte necesita más, no menos, democracia. Así que hay mucho trabajo que hacer, pero de una manera honesta e informada.
Según el ex senador John Edwards y el ex congresista Jack Kemp (en el Consejo de relaciones exteriores), la legislación rusa, “disminuiría el pluralismo y el contacto entre nuestras sociedades”. Parece que ni John Edwards es tan joven como para olvidar los escándalos que hubo en América en las elecciones de 1996, 1998 y 2000 cuando se hicieron públicas pequeñas cantidades de dinero provenientes de China y otros países que se habían invertido en la campaña electoral estadounidense. Los escandalizados líderes de ambos partidos y los indignados editorialistas de los diarios estadounidenses que ahora condenan la legislación rusa sobre ONG decían entonces que nunca se debería permitir que dinero extranjero influyera en las elecciones norteamericanas. Esa misma gente pensó que estaba bien que el gobierno de Washington gastara 45 millones de dólares para influir en los resultados de las elecciones en Ucrania.
Hay que poner a la vista este tipo de descarada hipocresía. Artículos que aparecían el el NYT, Washington Post o Associated Press (por mencionar solo tres) se olvidan de ello. Cuando el dinero extranjero entra en las campañas electorales norteamericanas, es un escándalo. Y cuando cantidades de dinero estadounidense mucho mayores se invierten en campañas electorales en otros países, entonces es un ejemplo de “pluralismo” que fomenta la “democracia” y el “contacto entre nuestras sociedades”. Si queremos fomentar la democracia ¿por qué minamos la autodeterminación? ¿Quién en su sano juicio querría tener “contacto” político con un grupo de hipócritas autocomplacientes?
Por razones que nunca he entendido, Rusia permite que operen en su territorio Radio Free Europe, Radio Liberty y Voice of America (emisoras públicas estadounidenses), a pesar de la crítica implacable al gobierno ruso (y a pesar de los escándalos que estas organizaciones han cometido, por ejemplo en julio pasado, cuando un reportero de Radio Liberty entrevistó al líder terrorista Shamil Basaev para ABC). Por otro lado, las oficinas de Al Jazeera fueron bombardeadas en Kabul y Bagdad. Mientras escribo esto, la BBC informa de que el presidente Bush sugirió la destrucción de las oficinas centrales de Al Jazeera en Qatar. Quizá estaba interesado en un poco de “contacto entre nuestras sociedades”.
Si deseamos fomentar el pluralismo y la democracia en Afganistán, Irak, el Cáucaso Norte, deberemos predicar con el ejemplo. En los últimos cinco años hemos hecho poco por ello. Los Estados Unidos han derrochado su autoridad moral, y serán incapaces de fomentar nada positivo en el mundo hasta que no recuperen su autoridad moral.
Robert Bruce Ware es profesor asociado en la Southern Illinois University Edwardsville, está especializado en el Cáucaso Norte.
3 comentarios:
Bastante interesante el artículo. Aunque hay muchos errores ortográficos dignos de haberse escrito con prisa.
Cuando Estados Unidos (No América) quiere fastidiar a un País, lo primero que le lanza son "las inspecciones de Derechos Humanos". No le extraña ya a nadie que la dupla anglosajona (EEUU y Gran Bretaña) utilizen las ONGs para sus sucios propósitos. Los amigos de Red Voltaire han descubierto, por ejemplo que Reporteros Sin Fronteras son una fachada de la CIA.
Por supusto que los Derechos Humanos violados por otros países o gobienos (y a veces no) son exaltados de manera inmediata por la prensa occidental. Pero ¿alguien conoce un reporte sobre Derechos Humanos en Irak del 2003 a hoy?, ¿porqué?
El Mexicano
Corregido, más o menos :-)
Muy bueno el articulo, pero me da a mi que no tendra mucho exito entre nuestros medios locales, yo no estoy contra las ONG,s y de hecho creo que muchas hacen un trabajo realmente digno, pero como bien recalca el autor del articulo, el gramn problema de casi todas es la financiación, y quien se puede negar al sabroso dinero publico cuando esta tan dispuesto, tan solo diciendo lo que a sus gestores les interesa oir.
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