20 octubre 2006

La Carta energética europea, la emigración ilegal...

Articulo publicado por Mijail Leontiev en Km.ru. Si bien Leontiev suele tener un cierto tono mitinero que no me gusta demasiado, es un periodista con talento, de los que suele decir verdades como puños aunque resulten desagradables.

Cualquier país del mundo tiene derecho a expulsar a los emigrantes ilegales

Hay un doble enfoque en los comunicados de la Unión Europea. En el enfoque ruso Georgia no obtendría una posición tan fuerte como la que pretendió a través del grupo de presión báltico-centroeuropeo en la UE. Existen también posiciones opuestas, en que se ven las cosas de color rosa. Esto muestra que la posición de la Unión Europea es premeditadamente doble; para los nuestros y para los vuestros. Es decir, por una parte no quieren pelearse con Rusia, por otra parte quieren mostrarse con buena imagen a los ojos de la, así llamada, sociedad progresista, en primer lugar de la suya.

Hay que decir que en toda esta historia con los inmigrantes georgianos hay un gran número de excesos. Cualquier medida relacionada con el factor humano en Rusia en una medida dura, porque al mismo tiempo es real. De hecho, no jurídicamente, sino de hecho, es una sanción. Y por supuesto, cualquier país en el mundo tiene derecho a expulsar a los inmigrantes ilegales.

La propia UE lo hace activamente. Y creo que allí hay, no unas decenas sino bastantes más, personas que en este proceso enferman y mueren. En principio Rusia podría responder así. El problema es otro. El problema es que intentamos hacer presión sobre Georgia con el objetivo de forzar un cambio en sus relaciones con Rusia. No tenemos motivos para represaliar a los georgianos, a diferencia de la UE, a la que, en el contexto del problema de la inmigración le es indiferente lo que piensen de la UE países como Marruecos, Argelia, Albania y similares. A estos ni se les pasa por la cabeza exigir a la UE la defensa de los inmigrantes ilegales contra la legislación de inmigración vigente en la UE. Simplemente no se les pasa por la cabeza.

Aquí la situación es otra, y cuando digo que se han producido muchos excesos me refiero precisamente a una cuestión interna nuestra, es decir, al cumplimiento de las instrucciones. Yo estudiaría la cuestión, no de la deportación a Georgia sino de, por ejemplo, ofrecer a los georgianos que quieren quedarse en Rusia un permiso de residencia e incluso la nacionalidad, con rechazo de la nacionalidad georgiana. Este gesto les daría la posibilidad de elegir con quién están: con Saakashvili o con Rusia. Esto quietaría terreno a los histéricos.

Nuestra política energética es una invitación abierta a Europa

No debemos inclinarnos ante la UE, la cual a nosotros no nos debería importar nada, aunque por desgracia no sea así. Sólo nos rebajamos a nosotros mismos y los objetivos que nos planteamos en política. Y esto es bastante peor. Hablaré de lo referente a la política de la UE en el contexto actual. Veamos cómo nos obsequian con un endurecimiento de la posición en relación a Rusia: relacionan el así llamado problema georgiano con el problema de la política energética. Es decir, nuestra política energética es colocada por la UE y sus comentaristas antiputin en Rusia en un mismo saco con las relaciones ruso-georgianas. Una evidente esquizofrenia. Porque nuestra política energética es una propuesta abierta privilegiada a Europa, absolutamente exclusiva, una situación excepcional en el campo energético.

Esta es una propuesta de colaboración y liderazgo mundial en materia energética. Unir esto a las sanciones y el enfrentamiento solo lo pueden hacer los locos. Y hay locos. Porque en respuesta a nuestra propuesta a Francia y Alemania nos dicen que tienen unos principios internos en la UEE. Es decir, debemos hacer la propuesta no a Francia y Alemania, sino a Francia, Alemania, Letonia, Bulgaria, Mesopotamia y a cualquiera que incorporen a la UE en el futuro. Esto es una completa estupidez.

Además está la exigencia de unirnos a la Carta europea, que nos formulan nuestros, digamos, posibles socios. Esta propuesta es en esencia una burla. Porque tras declarar el libre e igualitario acceso a los conductos rusos, que serían algo así como de tránsito, rechaza considerar de tránsito los gasoductos internos de la UE y no nos concede una parte equivalente. Es una extrañísima Carta energética; para uno, carta; para el otro un escupitajo en la jeta.

En cierto sentido Europa es un koljós para los Estados Unidos

¿A qué me refiero? Si no lo consideramos un endurecimiento de las posiciones en el diálogo, la ya pública alianza germano-francesa es algo totalmente normal y legal; si consideramos que esto no es un movimiento de ficha para conseguir para si mismos unas condiciones más favorables, debemos hacernos a la idea de que todas nuestras esperanzas depositadas en Europa, en su autoconciencia, es su conciencia de los propios intereses, en su identidad histórica y política no tienen ningún sentido. Habría que, si no abandonarlas para siempre, dejarlas de lado por un periodo histórico largo. En ese caso la propia Europa ha firmado su condena, que los EEUU has denominado “posthistórica”.

La burocracia europea es en su propia esencia antieuropea, aunque intente imponer a los países europeos, en primer lugar a los de la vieja Europa que tienen más o menos conciencia de sus propios intereses, unas ciertos principios de corrección política que privan a Europa de una identidad, no solo política sino también económica. En principio es una política proestadounidense.

Debemos entender que la Europa Unida fue fundada desde dos visiones distintas. Por un lado por fuerzas que intentaron crear una Europa unida, no dividida en países, como un poder autónomo y por otro por fuerzas que intentaban crear una Europa Atlántica, en forma de coalición especialmente adiestrada, en mayor nivel cómoda para los EEUU. Y esto es algo muy parecido al papel de los koljoses: por un lado, Stalin formó los koljoses con un objetivo definido, por otro, cuando llegó Hitler, comenzó también a desplegar koljoses porque respondían a sus intereses fiscales y militares, además de ser altamente tecnológicos. En este sentido Europa es un koljós.

Por eso es necesaria una orientación política muy concreta

Todos los diálogos aceca de lo cultos que son los europeos y lo incultos que son los rusos son banales desde hace mucho. Considero que debemos huir de ellos. Ese es el nivel al que manteníamos los diálogos hace seis años: “¿por qué nos dan lecciones?” No se trata de que nos den lecciones. Nos dan lecciones precisamente ahora, cuando ellos quieren demostrar a sus “atlantistas” internos y externos que son leales a los denominados principios europeos.

Por eso es necesaria una orientación política correcta, una orientación geopolítica aún más concreta. En cuanto Europa nos empiece a dar lecciones nos estará explicando su orientación geopolítica. En cuanto nuestros “luchadores por la libertad y el liberalismo” empiecen a maldecir al régimen, estarán mostrándonos su orientación geopolítica.

Todas estas conversaciones de que hemos salido de la edad en que se nos pueden dar lecciones y que nadie nos puede enseñar son comprensibles. Pero hay algo más; nosotros mismos lo permitimos. Si dijésemos claramente, como los chinos, por ejemplo, que nuestra estructura política interna es cosa nuestra, simplemente nuestra y no de ningún otro, nos dejarían en paz. Hay que decir claro que no escucharemos a nadie sobre este tema, que nos da igual lo que piensen.

Los americanos siempre han actuado así. Dicen: somos el faro de la libertad, pero esto es cosa nuestra. No permitiremos a nadie juzgar hasta qué punto somos faro o no somos faro. Nosotros mismos lo definiremos, porque es cosa nuestra. Y esto, en mi opinión, es algo evidente, que hay que actuar como los estadounidenses. Tenemos que aprender de ellos, sobre todo en el campo de la política internacional. Aunque, hablando de si encargan la música correctamente, hay que decir que les lamen el culo a los músicos.

Pero resulta que, por algún motivo, todo nos da igual. Extraño. Un grupo de principios humanitarios nos hace falta a nosotros mismos. Nos hace falta, pero esto no tiene nada que ver con un control desde el exterior. Debemos desautorizar este sistema de control desde el exterior, tanto a nivel político, jurídico como práctico. Para eso hay que abandonar determinadas organizaciones europeas, cuyo sentido consiste tan solo en realizar tales inspecciones. La OSCE y la asamblea del consejo de Europa no tienen ningún otro sentido salvo la inspección del buen comportamiento. Hay organizaciones de otro tipo, como la agencia de la energía atómica que se ocupan de otro tipo de cuestiones. Ni siquiera voy a hablar del doble rasero. La inspección es su objetivo principal.

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