La preocupación de los círculos políticos rusos mostrada por los medios de comunicación en relación con la Constitución Europea recuerda a una resaca: no te han invitado a beber, pero te duele igual la cabeza.
Incluso si se ratificara la constitución, como estaba previsto, sin ningún problema, no entraría en vigor antes de 2007. No es tan importante para nosotros saber si la Unión tendrá un presidente y un ministro de asuntos exteriores en dos o en cinco años. Lo importante para nosotros es otra cosa: cuanto más se unen algunos países del continente, más aislados se sienten los que han quedado apartados de ese proceso. Sobre todo Rusia. Tenemos un ejemplo ilustrativo con el caso de Kaliningrado.
Cuando Letonia se convirtió en miembro de la UE limitó el movimiento de los ciudadanos de Rusia de una región de su propio país a otra, alegando nuevas exigencias de la UE. Respondieron al gobierno ruso que no se podían hacer excepciones a la norma. Sin embargo no había que ir muy lejos para encontrar ejemplos: se hizo tal excepción con Noruega, cuya población había rechazado varias veces formar parte de la Unión. A petición del resto de países escandinavos, a Noruega se le concedieron todos los privilegios del acuerdo de Schengen en relación con el régimen de visados.
Recientemente se ha llegado a un acuerdo similar con Suiza, que ni siquiera es miembro de la ONU.
- Pero estos son países de los nuestros, occidentales, me dijo un alto cargo del ministerio de asuntos exteriores de Suecia.
En una palabra, no es de una constitución que no nos afecta de lo que debemos preocuparnos, sino de que se cumplan los derechos de los ciudadanos rusos en el continente del que formamos parte. Según el ejemplo de los ciudadanos de Francia y Holanda, que han rechazado la paranoia euroburocrática usando el más poderoso instrumento democrático: el referéndum.
No olvidemos que Francia y Holanda son miembros fundadores de la Comunidad Europea, son parte de su núcleo. A diferencia de los nuevos miembros del este no ven su pertenencia a la Unión como un sello de calidad o una medalla, y tienen una concepción especialmente pragmática. No es por ello difícil presuponer que ha sido la preponderancia de los motivos políticos sobre los económicos a la hora de ampliar la UE lo que no ha gustado a la población de estos países. Y hay otros, como Dinamarca y Gran Bretaña que seguirán su estela. Y en Suecia, donde tanto los partidos del gobierno como los de la oposición están dispuestos a aprobar el tratado en el parlamento, la población, según muestran las encuestas, pide cada vez con más fuerza un referéndum.
La tendencia anómala a reglamentar todos los aspectos de la vida social, incluso el consumo de chicles de nicotina, también llama a la protesta.
La suma de todos estos y parecidos motivos, ha hecho aparecer un sentimiento de protesta al cual no nos podemos referir sin respeto y simpatía.
Boris Pankin, Ex-ministro de Asuntos Exteriores de la URSS, miembro de la Unión de escritores de Rusia y de Suecia
Incluso si se ratificara la constitución, como estaba previsto, sin ningún problema, no entraría en vigor antes de 2007. No es tan importante para nosotros saber si la Unión tendrá un presidente y un ministro de asuntos exteriores en dos o en cinco años. Lo importante para nosotros es otra cosa: cuanto más se unen algunos países del continente, más aislados se sienten los que han quedado apartados de ese proceso. Sobre todo Rusia. Tenemos un ejemplo ilustrativo con el caso de Kaliningrado.
Cuando Letonia se convirtió en miembro de la UE limitó el movimiento de los ciudadanos de Rusia de una región de su propio país a otra, alegando nuevas exigencias de la UE. Respondieron al gobierno ruso que no se podían hacer excepciones a la norma. Sin embargo no había que ir muy lejos para encontrar ejemplos: se hizo tal excepción con Noruega, cuya población había rechazado varias veces formar parte de la Unión. A petición del resto de países escandinavos, a Noruega se le concedieron todos los privilegios del acuerdo de Schengen en relación con el régimen de visados.
Recientemente se ha llegado a un acuerdo similar con Suiza, que ni siquiera es miembro de la ONU.
- Pero estos son países de los nuestros, occidentales, me dijo un alto cargo del ministerio de asuntos exteriores de Suecia.
En una palabra, no es de una constitución que no nos afecta de lo que debemos preocuparnos, sino de que se cumplan los derechos de los ciudadanos rusos en el continente del que formamos parte. Según el ejemplo de los ciudadanos de Francia y Holanda, que han rechazado la paranoia euroburocrática usando el más poderoso instrumento democrático: el referéndum.
No olvidemos que Francia y Holanda son miembros fundadores de la Comunidad Europea, son parte de su núcleo. A diferencia de los nuevos miembros del este no ven su pertenencia a la Unión como un sello de calidad o una medalla, y tienen una concepción especialmente pragmática. No es por ello difícil presuponer que ha sido la preponderancia de los motivos políticos sobre los económicos a la hora de ampliar la UE lo que no ha gustado a la población de estos países. Y hay otros, como Dinamarca y Gran Bretaña que seguirán su estela. Y en Suecia, donde tanto los partidos del gobierno como los de la oposición están dispuestos a aprobar el tratado en el parlamento, la población, según muestran las encuestas, pide cada vez con más fuerza un referéndum.
La tendencia anómala a reglamentar todos los aspectos de la vida social, incluso el consumo de chicles de nicotina, también llama a la protesta.
La suma de todos estos y parecidos motivos, ha hecho aparecer un sentimiento de protesta al cual no nos podemos referir sin respeto y simpatía.
Boris Pankin, Ex-ministro de Asuntos Exteriores de la URSS, miembro de la Unión de escritores de Rusia y de Suecia
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