En un artículo anterior me hacía la pregunta: ¿Cuándo es Rusia más imperialista, cuando vendía a Ucrania el gas a un 25% de su precio a cambio de gestos hipócritas de amistad o cuando ha decidido tratar a este país como un estado soberano y le ha cuadruplicado el precio? Mi respuesta era: en la lógica de la confrontación este-oeste rusia es imperialista, el tipo malo, en ambos casos, y en cualquier otra situación imaginable. Si tú estás tratando con un enemigo, este es malo siempre, haga lo que haga, salvo rendirse.
La primera semana de
¿Qué gas estaba robando Ucrania? el de Europa, el de Alemania, entre otros. ¿Qué sería lo normal, civilizado, en esta situación? Para Alemania y el resto de los europeos decirle a Ucrania: "deja de robar nuestro gas, esa no es una manera de comportarse en Europa". ¿Y qué es lo que sucedió en realidad? La "opinión pública europea" decidió que eso era democrático, que
En esta lógica amigo-enemigo aparece lógicamente esta pregunta: "si hoy es Ucrania, ¿por qué no Alemania mañana?" ¿Por qué no? La respuesta no debe estar clara: para Rusia sería perder un cliente y unos cuantos miles de millones de dólares. Después de todo se trata de Rusia: Cada vez que pierde algunos miles de millones de dólares recibe además un golpe acusador. Hoy día aparentemente está lejos de mantener a Alemania en su órbita. Hay también un toque añadido en que está perdiendo su reputación como "socio energético fiable". ¿Cómo? Elemental, dejando a Ucrania, sin poder hacer nada por impedirlo, que le robe el gas. Pero a quién le preocupan estos pequeños detalles.
El cuatro de enero Europa tenía frente a sus narices a un ladrón en el gasoducto y se puso a gritar cosas desagradables sobre la perdida reputación de Rusia como socio energético fiable, Rusia alcanzó un acuerdo con Ucrania que haría perder la cabeza a cualquier experto. Alguien se sacó de la manga la carta de RosUkrEnergo, los negociadores rusos y ucranianos se abrazaron y ambas partes se declararon satisfechas: Rusia obtenía 230 dólares por mil metros cúbicos de gas y el precio se ajustaría posteriormente mediante una fórmula acordada; Ucrania pagaría 95 dólares, la diferencia se conseguiría mezclando el gas ruso con el más barato gas de Asia Central.
¿Se puede ya descorchar el champán? Parece que sí, no hay mas que leer los titulares de la prensa occidental. "Error monumental de Rusia", se refocila Anders Aslund. "Negocio sucio" grita Andrew Kramer, de TNYT; "EL acuerdo del gas ruso no tranquiliza a los europeos", éste del Wall Street Journal: "La reputación rusa se resiente con el fracaso del gas", anuncia FT, Ucrania sale de rositas del robo, por supuesto.
Este no es un lenguaje de fair play o de un análisis objetivo, es un lenguaje de guerra psicológica. EN este juego, haga lo que haga Rusia, firme un acuerdo desventajoso o se niegue a ello, siempre será culpabilizada. Si paga la factura del ingreso de Ucrania en Europa se le acusará de no pagar lo suficiente. Según una encuesta de la emisora de radio Eco de Moscú, el 83% de sus oyentes tienen familiares en Ucrania. Yo tengo allí más parientes de los que puedo contar, seguro que me olvidaría de alguno. Por supuesto tenemos que dar a nuestros hermanos un fuerte empujón para ponerlos en el camino hacia su brillante futuro europeo.
Personalmente preferiría quedarme donde estoy, y trabajar para conseguir un tiempo en que tengamos un partido y un gobierno que utilizara estos miles de millones de petro (y gas) dólares en la reindustrialización de Rusia o en la modernización de sus infraestructuras. Una gran potencia energética no es una gran potencia. Una "gran potencia energética" es en jerga una manera de denominar al complemento en materias primas de una gran potencia. Una gran potencia no debería preocuparse por los aullidos de la prensa sobre la "dañada reputación como proveedor energético", porque debería ser algo más que un proveedor energético. Solía serlo. Y lo volverá a ser, o no habrá más Rusia.
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