06 abril 2006

El espacio post-soviético: los caminos que toma cada país

Artículo de Serguei Roi, editor jefe de Intelligent.ru, una publicación imprescindible para entender el mundo post-soviético (en inglés y ruso)

No odio a Lukashenko. El odio es una munición demasiado cara para gastar en un tipo como Lukashenko.Digamos que me disgusta intensamente. Probablemente he conocido muchos secretarios de partido del distrito, el kosljos o el sovjos, y Lukashenko es el típico secretario del partido en un sovjos que empezó desde abajo y no ha parado hasta llegar a lo alto de Bielorrusia. Para ello ha utilizado los métodos políticos ordinarios: intriga y demagogia. Ha tenido un éxito enorme por la simple razón de que ha seguido siendo el que fue al empezar, un hombre del pueblo, con una pobre educación, estrecho de mente pero con el don de la elocuencia y astucia campesina.


Es por eso por lo que todos hablan de Lukashenko como del último dictador de Europa que debe ser derrocado, preferiblemente por el pueblo bielorruso con un poco de ayuda de occidente, como Kuchma en Ucrania o Sheverdnadze en Georgia. Totalmente falto de sentido. Luka puede ser un dictador, o cuasidictador (los auténticos dictadores no se privan de instrumentos como los campos de concentración o el asesinato masivo). Pero es un dirigente elegido por el pueblo, y ninguna acusación occidental de falta de libertad electoral puede cambiar este hecho. EN las últimas elecciones debe haber ganado por menos del 83% de los votos que él dice, pero sí por una gran mayoría. Bastante más de lo necesario para acabar con lo que dice su oposición "democrática".

No es claro que la oposición hubiera obtenido mejores resultados con una carrera electoral más libre. Las masas y las élites políticas de Bielorrusia están satisfechos con lo que tienen: estabilidad política y económica, unas pensiones y sueldos (según los estándares bielorrusos) adecuados que se pagan con puntualidad, que no son simplemente promesas; bajos niveles de criminalidad, corrupción muy por debajo de sus vecinos, y, atención, por favor, independencia y soberanía.

Este punto es crucial. Marca la diferencia entre "demócratas" del tipo Yuschenko-Saakashvili-Voronin y dirigentes del tipo Lukashenko-Nazarbaev-Karimov-Aliev-Kocharyan. Tiene que ver con la "teleología" en el espacio post-soviético, con los caminos de los diferentes paises y de sus élites han escogido. Algunos van por la vía de la "democracia" de las revoluciones tipo "naranja" y "rosa" que les lleva a ocultarse precipitadamente bajo el ala de occidente, con una casi total pérdida de soberanía; Georgia es un caso descriptivo, sus dirigentes aceptan salarios de Soros mientras balbucean incesantemente sobre su "soberanía" e "independencia". Otros mantienen que la soberanía es na parte vital de los intereses nacionales y llevan a cabo una política y diplomacia que les ayuda a obtener los beneficios de los lazos con Rusia mientras mantienen su independencia para tratar con el resto del mundo. Como dicen los rusos,un buen ternero mama de dos vacas.Y no son siempre buenos o cariñosos: Lukashenko, por ejemplo, ha sido siempre un detestable estafador en sus tratos con Rusia, en una especie de guerra con Putin sobre los términos de ese espectro llamado Unión estatal de Rusia y Bielorrusia.

La elección entre una democracia al estilo occidental y soberanía es dura, pero probablemente inevitable. Amenazados con revoluciones de colores o revoluciones islámicas, en ambos casos se ven amenazados por la pérdida de estabilidad y el colapso económico y el derramamiento de sangre. En esa situación, los estados postsoviéticos han optado por formas más o menos autoritarias de gobierno basadas en el consenso entre los principales clanes tribales, regionales, financiero industriales, etc. Esa es la única clase de democracia que la historia ha concedido a estos países, y el presente estado de la evolución política. Una tiranía como la de Niyazov en Turkmenistán es intolerable; Rusia, digan lo que digan los observadores, es el país más avanzado en materia de democracia de los antiguos estados soviéticos (países bálticos aparte). El resto están en diferentes estados de evolución. En este sentido, la elección de Bielorrusia por occidente como la última tiranía que debe ser derrocada parecería sorprendente si no fuera porque el motivo es evidente: completaría el "cordón sanitario" que separaría a Rusia de Europa Central. Ucrania ya se considera parte de ese cordón.

Cada república ex-soviética es un caso especial, pero Ucrania es particular. Es un país dividido en más de un aspecto. Primero, obvio y vital, en términos electorales está dividido entre el sur y el este totalmente rusohablantes y el oeste ucranianohablante. Segundo, hay una división entre las élites y el pueblo. Esta separación ha sido establecida como un hecho evidente por una web seria y de orientación patriótica: "la actual ley electoral ha completado el círculo del poder corporativo, separándolo del pueblo". Hay un tercer punto que es incluso más importante: la clase política ucraniana, las élites, están dominadas por las fuerzas prooccidentales, mientras que la mayoría de la población está a favor de los lazos con Rusia.

Esto demuestra lo "democráticas" que son las élites políticas, metiendo al país en la OTAN en contra de los deseos de la inmensa mayoría de la población, Las trampas que han hecho en las recientes elecciones del 26 de marzo demuestran lo falsas que son sus credenciales democráticas: millones de personas no podían encontrar sus nombres en las listas electorales porque habían sido traducidos del ruso al ucraniano. Por ejemplo, un Skvortsov aparecería como Shpak. Ni siquiera los nazis se tomaron tantas libertades con el derecho de la gente a su nombre.

Sean cuales sean las trampas usadas en estas elecciones, y sean cuales sean sus resultados, Ucrania seguirá siendo una sociedad dividida, sus élites seguirán dirigiendo el país hacia una cierta pérdida de soberanía, ruina económica y malestar político. Hasta ahora los habitantes del sur y el este (regiones que nunca fueron parte de Ucrania hasta que los comunistas "crearon" la República socialista soviética de Ucrania, añadiéndole varias regiones de Rusia) se comportan pasivamente ante la agresión política de los "occidentalistas" que invadieron Kiev durante la perestroika y ahora se quieren extender hacia el este. Pero esto no será así indefinidamente. Los cálculos de los economistas muestran que el colapso de la industria del este que seguirá a la ruptura de los lazos con Rusia hará que los niveles de vida disminuyan a la mitad. La indiferencia e Rusia hacia lo que sucede en Ucrania puede estar justificada. Todo lo que tenemos que hacer es esperar hasta que Ucrania se vea frente a frente con las consecuencias de su propia locura.

El problema de esta actitud es obvio: no habrá nadie aparte de Rusia para volver a unir las piezas y reparar los daños. Despues de todo, son nuestro mismo pueblo. La mayoría de ellos.

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